martes, 27 de octubre de 2015

Evangelio según San Mateo 5, 1-12 - "Las Bienaventuranzas" -

31º Domingo
de Tiempo Ordinario - Ciclo B
"Las Bienaventuranzas"
2/11/15
Mt 5,1-12
Al ver a la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a él.
Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo:
«Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.
Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia.
Felices los afligidos, porque serán consolados.
Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.
Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia.
Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios.
Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios.
Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.
Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí.
Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo; de la misma manera persiguieron a los profetas que los precedieron.
Palabra del Señor    
Reflexión
SANTOS Y FELICES
“Vi una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en las manos”.
Siempre nos fascina esa visión del libro del Apocalipsis que se proclama en la primera lectura de esta solemnidad de todos los Santos (Ap 7, 2-14). Nos impresiona esa multitud de mártires que han ganado la palma del triunfo con su sangre. Ellos son los que forman el gran coro de los que aclaman y cantan: “La salvación es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero”.
Paradójicamente, los mártires “han blanqueado sus mantos en la sangre del Cordero”. Se han negado a adorar a los ídolos que cada día se presentan exigiendo nuestra adoración. Ellos son lo mejor de esta tierra. Son los que han entendido como nadie la libertad de adorar al único que merece nuestra adoración.

LA VERDAD DEL SER HUMANO
Hoy todos coinciden en exaltar el ideal del hombre, su imagen y su dignidad. Pero el coro se divide al pretender señalar qué es el hombre, cuáles son las notas que lo definen. En qué consiste su dignidad.
Unos afirman que es libre pero olvidan que ha de ser solidario. Otros afirman que todos los srrs humanos son iguales, pero parecen dispuestos a olvidar que cada uno es un individuo único e irrepetible. 
En el evangelio de hoy leemos una vez más el texto que recoge las bienaventuranzas incluidas en el Sermón de la Montaña (Mt 5, 1-12). Con frecuencia las vemos como escandalosas. Sin embargo, en ellas está la clave de la felicidad.
Jesús es la Palabra de Dios y también la imagen definitiva y perfecta del ser humano. Las bienaventuranzas que él proclamó nos revelan la verdad última del hombre. Nos dicen qué significa ser humano en plenitud. Nos recuerdan los valores profundos que hacen que nuestra existencia sea humana y humanizadora.

CAMINOS DE FELICIDAD
Muchas imágenes del ser humano son engañosas. En las bienaventuranzas Jesús nos dice qué significa ser persona. Y cómo se puede ser feliz.
• La felicidad no está en acaparar bienes, sino en compartirlos.
• La felicidad no está en la violencia, sino en la humildad y la mansedumbre.
• La felicidad no está en el desdén hacia los afligidos, sino en la compasión
• La felicidad no está en la instalación, sino en el camino hacia el bien.
• La felicidad no está en el individualismo, sino en la misericordia.
• La felicidad no está en la mentira, sino en la limpieza del corazón.
• La felicidad no está en el conflicto, sino en la lucha por la concordia
• La felicidad no está en la traición, sino en la fidelidad a la fe y al amor.
- Señor Jesús, nosotros proclamamos que solo tú eres Santo. Que tu ejemplo y tu palabra nos ayuden a seguirte por el camino que han seguido todos los santos que en el mundo han sido. Tú que vives y reinas y nos esperas por los siglos de los siglos.
José-Román Flecha Andrés

martes, 20 de octubre de 2015

Videos Reflexión: 30º Domingo Tpo. Ordinario Ciclo B - "Curación de un ciego de Jericó" - (Ed. Verbo Divino - Monjas de Sant Benet) -




Evangelio según San Marcos 10,46-52 - "Curación de un ciego de Jericó" -

30º Domingo
de Tiempo Ordinario - Ciclo B
"Curación de un ciego de Jericó"
25/10/15
Mc 10,46-52

Después llegaron a Jericó. Cuando Jesús salía de allí, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud, el hijo de Timeo –Bartimeo, un mendigo ciego– estaba sentado junto al camino.
Al enterarse de que pasaba Jesús, el Nazareno, se puso a gritar: «¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!».
Muchos lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: «¡Hijo de David, ten piedad de mí!».
Jesús se detuvo y dijo: «Llámenlo». Entonces llamaron al ciego y le dijeron: «¡Animo, levántate! El te llama».
Y el ciego, arrojando su manto, se puso de pie de un salto y fue hacia él.
Jesús le preguntó: «¿Qué quieres que haga por ti?. El le respondió: «Maestro, que yo pueda ver».
Jesús le dijo: «Vete, tu fe te ha salvado». En seguida comenzó a ver y lo siguió por el camino.
Palabra del Señor  
Reflexión
"CURARNOS DE LA CEGUERA"
¿Qué podemos hacer cuando la fe se va apagando en nuestro corazón? ¿Es posible reaccionar? ¿Podemos salir de la indiferencia? Marcos narra la curación del ciego Bartimeo para animar a sus lectores a vivir un proceso que pueda cambiar sus vidas.
No es difícil reconocernos en la figura de Bartimeo. Vivimos a veces como «ciegos», sin ojos para mirar la vida como la miraba Jesús. «Sentados», instalados en una religión convencional, sin fuerza para seguir sus pasos. Descaminados, «al borde del camino» que lleva Jesús, sin tenerle como guía de nuestras comunidades cristianas.
¿Qué podemos hacer? A pesar de su ceguera, Bartimeo «se entera» de que, por su vida, está pasando Jesús. No puede dejar escapar la ocasión y comienza a gritar una y otra vez: «ten compasión de mí». Esto es siempre lo primero: abrirse a cualquier llamada o experiencia que nos invita a curar nuestra vida.
El ciego no sabe recitar oraciones hechas por otros. Sólo sabe gritar y pedir compasión porque se siente mal. Este grito humilde y sincero, repetido desde el fondo del corazón, puede ser para nosotros el comienzo de una vida nueva. Jesús no pasará de largo.
El ciego sigue en el suelo, lejos de Jesús, pero escucha atentamente lo que le dicen sus enviados: «¡Ánimo! Levántate. Te está llamando». Primero, se deja animar abriendo un pequeño resquicio a la esperanza. Luego, escucha la llamada a levantarse y reaccionar. Por último, ya no se siente solo: Jesús lo está llamando. Esto lo cambia todo.
Bartimeo da tres pasos que van a cambiar su vida. «Arroja el manto» porque le estorba para encontrarse con Jesús. Luego, aunque todavía se mueve entre tinieblas, «da un salto» decidido. De esta manera «se acerca» a Jesús. Es lo que necesitamos muchos de nosotros: liberarnos de ataduras que ahogan nuestra fe; tomar, por fin, una decisión sin dejarla para más tarde; y ponernos ante Jesús con confianza sencilla y nueva. 
Cuando Jesús le pregunta qué quiere de él, el ciego no duda. Sabe muy bien lo que necesita: «Maestro, que pueda ver». Es lo más importante. Cuando uno comienza a ver las cosas de manera nueva, su vida se transforma. Cuando una comunidad recibe luz de Jesús, se convierte.
Nos molestan los gritos de los que viven mal. Nos puede irritar encontrarnos continuamente en las páginas del evangelio con la llamada persistente de Jesús. Pero no nos está permitido «tachar» su mensaje. No hay cristianismo de Jesús sin escuchar a los que sufren. Están en nuestro camino. Los podemos encontrar en cualquier momento. Muy cerca de nosotros o más lejos. Piden ayuda y compasión. ¿Les contestamos con las palabras de Jesús: “Qué quieres que haga por ti”? 
José Antonio Pagola   

miércoles, 14 de octubre de 2015

Videos Reflexión: 29º Domingo Tpo. Ordinario Ciclo B - "El pedido de Santiago y Juan" - (Ed. Verbo Divino - Monjas de Sant Benet - Youtube) -







Evangelio según San Marcos 10,35-45 - "El pedido de Santiago y Juan" -

29º Domingo
de Tiempo Ordinario - Ciclo B
"El pedido de Santiago y Juan"
18/10/15
Mc 10,35-45
Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, se acercaron a Jesús y le dijeron: «Maestro, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir».
El les respondió: «¿Qué quieren que haga por ustedes?».
Ellos le dijeron: «Concédenos sentarnos uno a tu derecha y el otro a tu izquierda, cuando estés en tu gloria».
Jesús le dijo: «No saben lo que piden. ¿Pueden beber el cáliz que yo beberé y recibir el bautismo que yo recibiré?».
«Podemos», le respondieron. Entonces Jesús agregó: «Ustedes beberán el cáliz que yo beberé y recibirán el mismo bautismo que yo.
En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes han sido destinados».
Los otros diez, que habían oído a Santiago y a Juan, se indignaron contra ellos.
Jesús los llamó y les dijo: «Ustedes saben que aquellos a quienes se considera gobernantes, dominan a las naciones como si fueran sus dueños, y los poderosos les hacen sentir su autoridad.
Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos.
Porque el mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud».
Palabra del Señor
Reflexión
EL RESCATE Y EL SERVICIO
“Mi siervo justificará a muchos, porque cargó con los crímenes de ellos”. Así concluye la primera lectura que se proclama en la misa de hoy. Es un texto poético, tomado de uno de los cantos del Siervo de Dios (Is 53,10).
Algunos han pensado que el poema se refería a todo el pueblo de Dios. Y otros lo han atribuido a un personaje misterioso que se nos presenta como un elegido por Dios. Es un profeta y un enviado a anunciar a su pueblo la salvación.
Pero el profeta no se limitará a anunciar de palabra la salvación. No es un teórico ni un propagandista de sueños imposibles. Es un comprometido. Él mismo rescatará a su pueblo de la tiranía de la maldad, cargando personalmente con el peso y la ignominia del mal.

LA PRETENSIÓN
Ese mismo aliento aparece al final en el evangelio de este domingo (Mt 10, 35-45). Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, se acercan a Jesús y le manifiestan abiertamente sus pretensiones: “Maestro queremos que hagas lo que te vamos a pedir”.
Ya nos llama la atención la misma fórmula que emplean. Espontáneamente recordamos que María se ofrecía para aceptar y cumplir la voluntad de Dios. Estos discípulos, por el contrario, quieren imponer su propia voluntad al Señor.
Y su voluntad está clara: alcanzar un puesto de poder y de prestigio. Sentarse en los puestos privilegiados para compartir la gloria de su Maestro, aun sin saber exactamente que el camino de su Señor pasa por la aceptación de un cáliz de amargura.
Junto a la pretensión de los hijos de Zebedeo nos llama la atención la indignación y las críticas de los otros diez discípulos. No pueden soportar que otros expresen abiertamente lo que todos ellos ambicionan en secreto. Ese es el mecanismo de todas las críticas del mundo. 

LA LECCIÓN
Pero Jesús no desaprovecha la ocasión para exponernos a todos el camino del verdadero discípulo y el sentido último de la vida y misión de su Maestro:
• “El que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos”. En este mundo, la grandeza se mide con frecuencia por el número de personas que quedan por debajo de los que triunfan. Para el Evangelio, la grandeza de un discípulo se mide por el número de personas a las que sirve y por la sinceridad del servicio.
• “El Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos”. En este mundo, los libertadores imponen su voluntad. Los que dicen traer la justicia, suelen ajusticiar a quien no piensa como ellos o no colabora con sus imposturas. Para el Evangelio, sólo rescata del secuestro quien se entrega para liberar a los secuestrados.
- Señor Jesús, te reconocemos como nuestro Maestro y nuestro Señor. Como Maestro nos has enseñado la grandeza del servicio a los demás. Y como Señor, nos rescatas cada día haciéndote siervo y esclavo de todos. Bendito seas por siempre. 
José-Román Flecha Andrés

martes, 6 de octubre de 2015

Evangelio según San Marcos 10,17-30 - "El joven rico" -

28º Domingo
de Tiempo Ordinario - Ciclo B
"El joven rico"
11/10/15
Mc 10,17-30

Jesús se puso en camino, un hombre corrió hacia él y, arrodillándose, le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la Vida eterna?».
Jesús le dijo: «¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno.

Tú conoces los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no perjudicarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre».

El hombre le respondió: «Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud».
Jesús lo miró con amor y le dijo: «Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme».
El, al oír estas palabras, se entristeció y se fue apenado, porque poseía muchos bienes.
Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: «¡Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios!».
Los discípulos se sorprendieron por estas palabras, pero Jesús continuó diciendo: «Hijos míos, ¡Qué difícil es entrar en el Reino de Dios!.
Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios».
Los discípulos se asombraron aún más y se preguntaban unos a otros: «Entonces, ¿quién podrá salvarse?».
Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: «Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para él todo es posible».
Pedro le dijo: «Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido».
Jesús respondió: «Les aseguro que el que haya dejado casa, hermanos y hermanas, madre y padre, hijos o campos por mí y por la Buena Noticia,
desde ahora, en este mundo, recibirá el ciento por uno en casas, hermanos y hermanas, madres, hijos, campos, en medio de las persecuciones; y en el mundo futuro recibirá la Vida eterna.

Palabra del Señor      
Reflexión
La sabiduría y el tesoro
“Supliqué y se me concedió la prudencia, invoqué y vino a mí un espíritu de sabiduría. La preferí a cetros y a tronos, y en su comparación tuve en nada la riqueza”. Así comienza el texto del libro de la Sabiduría que se lee en la misa de este domingo (Sab 7, 7.11). En los versículos siguientes se dice que la sabiduría es más preciosa que el oro y la plata.
Evidentemente, esa sabiduría, comparable a las piedras más preciosas, no puede confundirse con la mera erudición. No basta con saber muchas cosas para ser feliz. Para este autor bíblico la verdadera sabiduría, la que nos da la felicidad, es el conocimiento de Dios. Es la aceptación de su voluntad.
En realidad no es cuestión de “saberes” sino de “sabores”. Se nos invita a gustar a Dios, su Ley y su proyecto sobre el mundo y sobre el hombre. Es realmente sabio quien conoce el camino de la bondad. Quien es consciente de que no basta con conocer la misericordia. Es preciso practicarla cada día.

UNA MIRADA CARIÑOSA
El evangelio que hoy se proclama nos presenta a “uno” que se acerca a Jesús y le pregunta: “Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?” (Mc 10, 17-30). Jesús ha dicho que el agua que él nos da salta hasta la vida eterna. Y que el pan que él nos entrega nos da la vida eterna. Lo eterno es su horizonte y su promesa.
Tal vez este hombre conocía ya este lenguaje de Jesús. Como nos dice el texto, contaba ya con dos elementos para llevar una buena vida: riquezas y un comportamiento recto. Sin embargo, aspiraba a una vida que durara más allá de los límites de la muerte. Deseaba conocer el camino que conduce a esa patria. Y consideraba a Jesús como el Maestro adecuado.
Pues bien, en la respuesta de Jesús aparece también la sabiduría: “Ya sabes los mandamientos”. Y en efecto, su interlocutor no sólo los sabía sino que, al parecer, los había cumplido desde pequeño. De acuerdo con las convicciones de su pueblo, estaba ya en el camino verdadero.

LO QUE FALTA
Jesús sabe que es necesario cumplir los mandamientos para ser feliz. Pero a la mirada cariñosa de Jesús sigue una preciosa orientación: “Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes, da el dinero a los pobres –así tendrás un tesoro en el cielo- , y luego sígueme”.
  • “Vende todo lo que tienes”. El ser no puede reducirse al tener. El camino a la vida sin término no puede estar pavimentado por las cosas que terminan. Así que el rico ha de dejar de poner su confianza en los bienes que posee.
  • “Da el dinero a los pobres”. Dios es el dueño de todo lo que existe. Hay que defender el derecho humano a la propiedad. Pero sabiendo que los dones de Dios nos han sido entregados para que los distribuyamos con equidad entre los hijos de Dios.
  • “Sígueme”. Con esa palabra llamó Jesús a sus primeros discípulos. Pero ya se ve que el discipulado permanece abierto. Seguir a Jesús no es un peso obligatorio. Es una llamada y un honor para todos los dispuestos a escucharla
– Señor Jesús, tú sabes que ponemos nuestra confianza en las riquezas. Ayúdanos a compartir nuestros bienes con los pobres y marginados y a seguirte por el camino.
José-Román Flecha Andrés