miércoles, 4 de marzo de 2015

Evangelio según San Juan 2,13-25 - "Jesús expulsa del Templo a los vendedores" -

IIIº Domingo
de Tiempo de Cuaresma - Ciclo B -
"Jesús expulsa del Templo a los vendedores"
8/3/15
Jn 2,13-25

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Se acercaba la Pascua de los judíos. Jesús subió a Jerusalén y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas y a los cambistas sentados delante de sus mesas. 
Hizo un látigo de cuerdas y los echó a todos del Templo, junto con sus ovejas y sus bueyes; desparramó las monedas de los cambistas, derribó sus mesas y dijo a los vendedores de palomas: "Saquen esto de aquí y no hagan de la casa de mi Padre una casa de comercio". 
Y sus discípulos recordaron las palabras de la Escritura: El celo por tu Casa me consumirá. 
Entonces los judíos le preguntaron: "¿Qué signo nos das para obrar así?". 
Jesús les respondió: "Destruyan este templo y en tres días lo volveré a levantar". 
Los judíos le dijeron: "Han sido necesarios cuarenta y seis años para construir este Templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?". 
Pero él se refería al templo de su cuerpo. 
Por eso, cuando Jesús resucitó, sus discípulos recordaron que él había dicho esto, y creyeron en la Escritura y en la palabra que había pronunciado. 
Mientras estaba en Jerusalén, durante la fiesta de Pascua, muchos creyeron en su Nombre al ver los signos que realizaba. 
Pero Jesús no se fiaba de ellos, porque los conocía a todos y no necesitaba que lo informaran acerca de nadie: él sabía lo que hay en el interior del hombre. 
Palabra del Señor 
Reflexión
"LO PRIMERO NO ES LA RELIGIÓN"
Todos los evangelios se hacen eco de un gesto audaz y provocativo de Jesús dentro del recinto del templo de Jerusalén. Probablemente no fue muy espectacular. Atropelló a un grupo de vendedores de palomas, volcó las mesas de algunos cambistas y trató de interrumpir la actividad durante algunos momentos. No pudo hacer mucho más.
Sin embargo, aquel gesto cargado de fuerza profética fue lo que desencadenó su detención y rápida ejecución. Atacar el templo era atacar el corazón del pueblo judío: el centro de su vida religiosa, social y política. El Templo era intocable. Allí habitaba el Dios de Israel. ¿Qué sería del pueblo sin su presencia entre ellos? ¿Cómo podrían sobrevivir sin el Templo?
Para Jesús, sin embargo, era el gran obstáculo para acoger el reino de Dios tal como él lo entendía y proclamaba. Su gesto ponía en cuestión el sistema económico, político y religioso sustentado desde aquel «lugar santo». ¿Qué era aquel templo?, ¿signo del reino de Dios y su justicia o símbolo de colaboración con Roma?, ¿casa de oración o almacén de los diezmos y primicias de los campesinos?, ¿santuario del perdón de Dios o justificación de toda clase de injusticias?
Aquello era una «cueva de ladrones». Mientras en el entorno de la «casa de Dios» se acumulaba la riqueza, en las aldeas crecía la miseria de sus hijos. No. Dios no legitimaría jamás una religión como aquella. El Dios de los pobres no podía reinar desde aquel Templo. Con la llegada de su reinado, perdía su razón de ser.
La actuación de Jesús nos pone en guardia a todos sus seguidores y nos obliga a preguntarnos por la religión que estamos cultivando en nuestros templos. Si no está inspirada por Jesús, se puede convertir en una manera «santa»de cerrarnos al proyecto de Dios que Jesús quería impulsar en el mundo. Lo primero no es la religión, para Jesús, el templo es el ser humano.
¿Qué religión es la nuestra?, ¿hace crecer nuestra compasión por los que sufren o nos permite vivir tranquilos en nuestro bienestar?, ¿alimenta sólo nuestros propios intereses o nos pone a trabajar por un mundo más humano y habitable? Si se parece a la del Templo judío, Jesús no la bendeciría.
Los cristianos hemos restaurado lo que Jesús destruyó. Ahora merecen más respeto los templos que muchos seres humanos. Sin duda alguna, en la Iglesia, la Religión ha llegado a tener más importancia que el Evangelio. (J. M. Castillo)
Pedimos a Dios que el dinero no se apodere nunca de nuestro corazón, de lo contrario no podremos entender nada del amor y de la ternura de Dios."

José Antonio Pagola.

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