Tiempo de Navidad - Ciclo C -
Fiesta "El Bautismo del Señor"
10/1/16
Lc 3, 15-16; 21-22
Como el pueblo estaba a la expectativa y todos se preguntaban si Juan no sería el Mesías, él tomó la palabra y les dijo: «Yo los bautizo con agua, pero viene uno que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de desatar la correa de sus sandalias; él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego.
Todo el pueblo se hacía bautizar, y también fue bautizado Jesús. Y mientras estaba orando, se abrió el cielo.
y el Espíritu Santo descendió sobre él en forma corporal, como una paloma. Se oyó entonces una voz del cielo: «Tú eres mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección».
Palabra del Señor
Reflexión
LA NUEVA VIDA
“Aquí está vuestro Dios, aquí está el Señor; viene con poder y brazo dominador; viene con él su salario, le precede la paga”. Estas palabras se encuentran en el poema del libro de Isaías que se lee en esta fiesta del Bautismo de Señor (Is 40, 1-5. 9-11). Al pueblo que retorna del cautiverio en Babilonia una voz le invita a acoger al Señor.
Junto a la imagen de la fuerza y el poder, el pregonero ofrece otra imagen de amor y de ternura: “Apacienta como un pastor a su rebaño y amorosamente lo reúne; lleva en brazos los corderos y conduce con delicadeza a las recién paridas”. El pueblo redimido de la servidumbre puede recordar su pasado pastoril.
Todo indica que comienza un nuevo tiempo después del exilio. Un tiempo marcado por los signos del encuentro y la fraternidad, de la seguridad y la esperanza. Una nueva vida.
LA CORREA DE LAS SANDALIAS
El evangelio que hoy se proclama se divide en dos partes, paralelas y complementarias. En la primera parte se recuerda el bautismo con el que Juan anunciaba la llegada de otro más fuerte que él. Aquel profeta no osaba siquiera compararse con los esclavos que ataban y desataban la correa de las sandalias de sus amos (Lc 3,15-16).
Como Juan Bautista, la Iglesia sabe que ella no puede salvar. Ha sido llamada a prestar un humilde servicio a su Señor. Y ha sido enviada a preparar los caminos de los que esperan de Él la salvación. Nadie nos puede salvar sino el Señor de la vida y de la libertad.
Juan bautizaba a sus oyentes con agua. El rito significaba la purificación necesaria para preparar los caminos del Señor. No podía haber conversión sin la purificación del pecado. Sería bueno repetirlo en presente. Tampoco ahora habrá conversión sin aceptar la purificación. Bueno es recordarlo en el Año Santo de la Misericordia.
LA ORACIÓN Y EL AMOR
En la segunda parte del evangelio de hoy se nos invita a asistir a la escena del bautismo de Jesús (Lc 3, 21-22). En pocas palabras el texto sugiere muchas cosas:
• “Mientras Jesús oraba se abrió el cielo”. Los cristianos nos dirigimos a Jesús en nuestra oración. Pero no podemos dejar de ver en él al gran orante. En su oración se abrían los cielos. Es decir, para él y para nosotros, la oración es el acceso a Dios.
• “El Espíritu bajó sobre él como una paloma”. Tras el diluvio, la paloma buscó una tierra donde posarse. Ahora comprendemos que Jesús es la nueva tierra, la promesa y la realidad de una nueva creacion: de una nueva vida.
• Una voz que venía del cielo lo reconoce como el Hijo amado. Jesús es el Hijo predilecto del Padre. En él se revela el amor del Padre. Y en él, nuestro hermano y Señor, también nosotros nos reconocemos como hijos de Dios.
- Señor Jesús, Hijo de Dios y Señor nuestro. En tu bautismo reconocemos el misterio y la belleza de nuestro propio bautismo. Que el agua y el Espíritu nos ayuden a vivir la nueva vida de los verdaderos hijos del Padre.
José-Román Flecha Andrés
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