miércoles, 26 de agosto de 2015

Videos Reflexión: 22º Domingo Tpo. Ordinario Ciclo B - "Sobre la tradición y la verdadera pureza" - (Monjas de Sant Benet - Youtube) -


Evangelio según San Marcos 7,1-8.14-15.21-23 - "Sobre la tradición y la verdadera pureza" -

22º Domingo
de Tiempo Ordinario - Ciclo B
"Sobre la tradición y la verdadera pureza"
30/08/15
Mc 7,1-8.14-15.21-23
Los fariseos con algunos escribas llegados de Jerusalén se acercaron a Jesús, y vieron que algunos de sus discípulos comían con las manos impuras, es decir, sin lavar.
Los fariseos, en efecto, y los judíos en general, no comen sin lavarse antes cuidadosamente las manos, siguiendo la tradición de sus antepasados; y al volver del mercado, no comen sin hacer primero las abluciones. Además, hay muchas otras prácticas, a las que están aferrados por tradición, como el lavado de los vasos, de las jarras y de la vajilla de bronce.
Entonces los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: «¿Por qué tus discípulos no proceden de acuerdo con la tradición de nuestros antepasados, sino que comen con las manos impuras?».
El les respondió: «¡Hipócritas! Bien profetizó de ustedes Isaías, en el pasaje de la Escritura que dice: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí.
En vano me rinde culto: las doctrinas que enseñan no son sino preceptos humanos.
Ustedes dejan de lado el mandamiento de Dios, por seguir la tradición de los hombres».
Y Jesús, llamando otra vez a la gente, les dijo: «Escúchenme todos y entiéndanlo bien.
Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo; lo que lo hace impuro es aquello que sale del hombre.
Porque es del interior, del corazón de los hombres, de donde provienen las malas intenciones, las fornicaciones, los robos, los homicidios,
los adulterios, la avaricia, la maldad, los engaños, las deshonestidades, la envidia, la difamación, el orgullo, el desatino.
Todas estas cosas malas proceden del interior y son las que manchan al hombre».
Palabra del Señor
Reflexión
“El mandamiento y la tradición” 
“Ahora, Israel, escucha los mandatos y decretos que yo os mando cumplir… No añadáis nada a lo que os mando ni suprimáis nada. Así cumpliréis los preceptos del Señor, vuestro Dios, que yo os mando hoy” El texto del Deuteronomío que hoy se lee en la celebración de la Eucristía pone estas palabras en los labios del mismo Dios (Dt 4, 1-2.6-8).
A continuación se añade algo muy importante. Estos mandamientos son fuente y prueba de sabiduría y de inteligencia. Para la mentalidad de hoy, los mandamientos son imposiciones venidas de fuera de la persona. Se piensa que no garantizan la dignidad del ser humano ni respetan su derecho a la libertad. Así que transgredir los mandamientos sería casi un deber moral.
Esta conclusión puede sonar a blasfemia, pero así piensan muchos vecinos nuestros. Y así actúan. Creen que guardar los mandamientos los esclaviza. Claro que a veces son los demás los que se saltan los mandamientos, y esa transgresión les causa daños y perjuicios. Entonces estos enamorados de la libertad ponen el grito en el cielo… y nunca mejor dicho.

HASTA EL CODO
A los mandamientos se refiere también Jesús en el evangelio de este domingo (Mc 7, 1-23). El motivo es una pregunta de los fariseos y algunos escribas de Jerusalén: “¿Por qué comen tus discípulos con manos impuras y no siguen la tradición de los mayores?”
Decían verdad, porque lo que estaba en juego no era un mandato de la Ley de Moisés sino una tradición oral que había ido exagerándose con el tiempo. El evangelio de Marcos incluye una nota para explicar la costumbre de los fariseos y los judíos de lavarse las manos “hasta el codo” (cf. Mc 7, 3-4).
A aquella interpelación de los escribes y fariseos, Jesús responde con acritud: “Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a las tradiciones de los hombres”. Era evidente que los acusadores habían falsificado la verdadera escala de valores. Los presuntos defensores de la Ley divina, la olvidaban al conceder una importancia superior a una tradición humana.
Para apoyar su veredicto, Jesús retoma un oráculo del mismo Dios, transmitido por el profeta Isaías: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos”.

FUERA Y DENTRO
Pero Jesús no es solo un acusador de la hipocresía humana. Es, sobre todo, un buen maestro. Por eso, aprovecha esta ocasión para enseñar algo a toda la gente:
  • “Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro”. Efectivamente, la conciencia humana es un sagrario inviolable. Nada ni nadie puede violentarla, si nosotros no consentimos en acoger el asalto que viene de fuera. Si está guiada por la palabra de Dios y fortalecida por la oración, podrá superar toda tentación.
  • “Lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre”. Lo que de verdad puede mancharnos es la decisión de dejarnos arrastrar por nuestros instintos, malos deseos y malos propósitos. Jesús nos presenta toda una gavilla de los malos frutos de esas malas hierbas. Amplia materia para un examen de nuestra conciencia.
  • Señor Jesús, queremos mantenernos fieles a la voluntad de Dios, como lo pedimos en el Padre nuestro. Que nadie nos empuje a olvidar los mandamientos y a sustituirlos por lemas y proyectos dudosos. Que tu luz nos guíe siempre por el camino del bien.                                                     José-Román Flecha Andrés

26 de Agosto Celebramos la Memoria del Beato Ceferino Namuncurá


Un 26 ‎Agosto‬ de 1886, nacía 
el beato Ceferino ‎Namuncurá‬ en Chimpay
Era un joven salesiano argentino aspirante al sacerdocio,
 de orígenes mapuche.
 El apellido Namuncurá (mapudungun: 'pie de piedra',
de namun, pie, y curá, piedra) significa ‘alguien firme, decidido’

lunes, 24 de agosto de 2015

martes, 18 de agosto de 2015

Evangelio según San Juan 6, 60-69 - "La profesión de fe de Pedro" -

21º Domingo 
de Tiempo Ordinario - Ciclo B
"La profesión de fe de Pedro"
23/08/15
Jn 6, 60-69
Después de escuchar las enseñanzas de Jesús, muchos de sus discípulos decían: «¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede escucharlo?».
Jesús, sabiendo lo que sus discípulos murmuraban, les dijo: «¿Esto los escandaliza?
¿Qué pasará entonces, cuando vean al Hijo del hombre subir donde estaba antes?
El Espíritu es el que da Vida, la carne de nada sirve. Las palabras que les dije son Espíritu y Vida.
Pero hay entre ustedes algunos que no creen». En efecto, Jesús sabía desde el primer momento quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar.
Y agregó: «Por eso les he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede».
Desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de él y dejaron de acompañarlo.
Jesús preguntó entonces a los Doce: «¿También ustedes quieren irse?».
Simón Pedro le respondió: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna.
Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios».
Palabra del Señor      
Reflexión

TÚ TIENES PALABRAS DE VIDA ETERNA

“Lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a dioses extranjeros!” Es conmovedor este grito de los dirigentes de Israel. Según el libro de los Jueces, Josué reunió a las tribus de Israel y les planteó el dilema mas importante de su historia: la elección de un Dios, y en consecuencia el tipo de cultura que pretendían adoptar (Jos 24, 1-18).
Servir a los dioses a los que habían adorado sus padres en Ur de Caldea o adorar a los dioses de los cananeos que habían encontrado en la tierra prometida. Esa era la cuestión. Había que situarse entre la memoria de un pasado remoto y la difícil convivencia que ya se presentía para el futuro. 
Pero Josué era el único que había vivido en Egipto, había sido fiel a Moisés, y con Caleb había explorado la tierra prometida y ofrecido esperanzas a su pueblo. Él había pasado el Mar Rojo y había atravesado el Jordán. Era un testigo de la alianza y de la fidelidad de Dios. Y por eso dio su testimonio: “ Yo y mi casa serviremos al Señor”. 
Esa firmeza del jefe y la memoria de la liberacion obrada por Dios son los grandes motivos que llevan al pueblo a formular su propia confesión de fe: “¡Lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a dioses extranjeros! El Señor es nuestro Dios… También nosotros serviremos al Señor”.

EL PAN Y LA ENTREGA
También en el evangelio que hoy se proclama, se evoca una tensión y una seria interpelación (Jn 6, 60-69). En el discurso de Jesús en la sinagoga de Cafarnaúm, que sigue a la distribución de los panes y de los peces, Jesús ha escandalizado a “muchos” de sus discípulos. No pueden aceptar la idea de “comer la carne” del Hijo del hombre y “beber su sangre”, para tener vida verdadera.
• El texto incluye una enseñanza de Jesús sobre el fundamento último de la fe: “El espíritu es quien da vida, la carne no sirve de nada”. Pero las palabras de Jesús son espíritu y vida. Quien se aleja de Jesús es que no ha acogido de verdad esas palabras de vida. Esa era, es y será siempre la tentación de los discípulos de Jesús.
• Nos impresiona la nota que añade el evangelista: “Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar”. La frase que sigue tiene una clara conexión con lo anterior: “Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede”. Creer en Jesús e ir a Él se identifican. Las dos decisiones son imposibles para el hombre si no cuenta con la gracia del Padre.
• Quien no cree y no va a Jesús termina alejándose de él. No olvidemos que no son los jefes de los judíos quienes lo abandona. Son sus propios discípulos quienes se echan atrás y no vuelven a ir con el Maestro, aunque Él los ha alimentado con el pan y les ha explicado el sentido y el alcance de su entrega.

LA ALEGRÍA Y LA VIDA
Ante la deserción de “muchos discípulos”, Jesús pregunta directamente a los doce apóstoles que Él ha elegido personalmente: “¿También vosotros queréis marcharos?” Esa interpelación tiene una dramática actualidad también en nuestros tiempos. Una vez más, la respuesta de Pedro representa a toda la Iglesia.
• “Señor, ¿a quién vamos a acudir?” Muchos cristianos piensan que por el hecho de creer están haciendo un gran favor a Dios. No se dan cuenta de que en nada ni en nadie podrán hallar refugio y ayuda si no es en el Señor.
• “Tú tienes palabras de vida eterna”. Para el cristiano las palabras de Jesús son fuente de vida. Como ha escrito el Papa Francico, “la alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús”.
• “Nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios”. Los cristianos hemos de estar dispuestos a repetir esta confesión de fe en Jesucristo. Ese es nuestro testimonio. La fe sólo se conserva cuando se anuncia y se comparte.
- Señor Jesús, tus palabras alientan y alimentan nuestra vida. Sin ti nuestra existencia sería triste y mortecina. No permitas que nos apartemos de ti. 

José-Román Flecha Andrés

Fiestas Patronales: 21 de Agosto SAN PÍO X

Los Esperamos

Vida y obra de San Pío X

miércoles, 12 de agosto de 2015

21 de Agosto: SAN PÍO X - Día del Catequista - -(Vídeo - Canción) -

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Videos Reflexión Canción: 20º Domingo Tpo. Ordinario Ciclo B - "Pan de Vida: El alimento y bebida de salvación" - (Youtube) -



Evangelio según San Juan 6, 51-59 - "Pan de Vida: El alimento y bebida de salvación" -

20º Domingo
de Tiempo Ordinario - Ciclo B
"Pan de Vida: El alimento y bebida de salvación"
16/08/15
Jn 6, 51-59

Jesús dijo a los judíos: "Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo".
Los judíos discutían entre sí, diciendo: "¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?".
Jesús les respondió: "Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes.
El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.
Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida.
El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él.
Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí.
Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá eternamente".
Jesús enseñaba todo esto en la sinagoga de Cafarnaúm.
Palabra del Señor 
Reflexión
CARNE Y SANGRE
“Venid a comer mi pan y a beber mi vino que he mezclado; dejad la inexperiencia y viviréis, seguid el camino de la prudencia”. Esta invitación y esas exhortaciones se ponen en la boca de la Sabiduría, que ha preparado un banquete y ha puesto la mesa para todos (Sap 9, 1-6).
En su exhortación apostólica “El sacramento del amor”, el papa Benedicto XVI ha presentado la Eucaristía como el sacramento de la verdad, en cuanto que “Cristo se convierte para nosotros en alimento de la Verdad” (SC 2).
Hemos de reconocer que, en un mundo movido por la mentira, como ha escrito J. F. Revel, el ser humano se siente desorientado. Ahora bien, el Papa dice que “Jesús nos enseña en el sacramento de la Eucaristía la verdad del amor, que es la esencia misma de Dios. Ésta es la verdad evangélica que interesa a cada hombre y a todo el hombre” (SC 2).

TENER VIDA
En el evangelio que hoy se proclama, continúa el discurso de Jesús en la sinagoga de Cafarnaúm (Jn 6, 51-58). Con un realismo que escandalizó a sus oyentes, Jesús advierte a los judíos: “Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros”.
La imagen es fuerte y subraya la necesaria asunción del mensaje, la vida y el espíritu de Cristo. Como han escrito los hermanos de la Comunidad de Bose, “en la Eucaristía, el cuerpo de Cristo viene al creyente no a través de un contacto exterior o efímero, sino en el modo más íntimo y duradero posible: la asimilación de un alimento”.
El comer refleja al hombre en su ser necesitado, en su relación con la tierra y en su relación con los demás. La comida expresa nuestra condición corpórea y caduca. Somos seres indigentes. Necesitamos comer y beber para no morir. Pero la entrega de Cristo como alimento y bebida da consistencia a nuestra vida y preanuncia la plenitud de esa vida.
Con razón escribe el mismo papa Benedicto XVI: “Todo hombre, para poder caminar en la dirección correcta, necesita ser orientado hacia la meta final. Esta meta última, en realidad, es el mismo Cristo Señor, vencedor del pecado y de la muerte, que se nos hace presente de modo especial en la celebración eucarística” (SC 30).

HABITAR
Todavía antes de terminar el texto evangélico se nos ofrece otra frase inolvidable del mismo discurso de Jesús: “El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él”.
• Habitar en Cristo significa poner nuestra morada en el hogar y en la misión que le caracterizan. Eso exige participar de sus sentimientos y de sus proyectos, de su obediencia al Padre y de su amor a los hombres.
• Reconocer que Cristo habita en nosotros significa acoger su presencia en nuestra vida. Y exige despojarnos de nuestros prejuicios y egoísmos y permitir que él tome el timón para orientar nuestra navegación por el mar de la vida.
• La participación en la liturgia eucarística es un signo de esta mutua inhabitación. Como afirma también Benedicto XVI, “participar en la acción litúrgica, comulgar el Cuerpo y la Sangre de Cristo quiere decir, al mismo tiempo, hacer cada vez más íntima y profunda la propia pertenencia a Él, que murió por nosotros” (SC 76).
- Señor Jesús, que la comunión sacramental en tu cuerpo y sangre nos lleve a encontrarnos en el amor y en el servicio con todos nuestros hermanos que forman la familia de tu cuerpo eclesial y humano.
 

José-Román Flecha Andrés