martes, 25 de junio de 2013

Evangelio según San Lucas 9, 51-62

13º Domingo
de Tiempo Ordinario - Ciclo C -
30/06/13
Lc 9, 51-62
Cuando estaba por cumplirse el tiempo de su elevación al cielo, Jesús se encaminó decididamente hacia Jerusalén y envió mensajeros delante de él. Ellos partieron y entraron en un pueblo de Samaría para prepararle alojamiento. 
Pero no lo recibieron porque se dirigía a Jerusalén. 
Cuando sus discípulos Santiago y Juan vieron esto, le dijeron: "Señor, ¿quieres que mandemos caer fuego del cielo para consumirlos?". 
Pero él se dio vuelta y los reprendió. Y se fueron a otro pueblo. 
Mientras iban caminando, alguien le dijo a Jesús: "¡Te seguiré adonde vayas!". 
Jesús le respondió: "Los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza". 
Y dijo a otro: "Sígueme". El respondió: "Permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre". 
Pero Jesús le respondió: "Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú ve a anunciar el Reino de Dios". 
Otro le dijo: "Te seguiré, Señor, pero permíteme antes despedirme de los míos". 
Jesús le respondió: "El que ha puesto la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios". 
Palabra del Señor
REFLEXIÓN
EL TEXTO
El evangelista Lucas nos comparte esta determinación de Jesús de caminar hacia Jerusalén no sólo como un dato histórico, sino también teológico; pues Jesús no iba a Jerusalén a realizar su visita anual o de turista, sino que iba a entregar su vida por nosotros. Por lo tanto, este camino toma un sentido completamente distinto, un sentido profundamente existencial y de donación.
Este camino de Jesús hacia su Padre, esta lleno de rechazos, incomprensiones, altercados, humillaciones, al grado que todo esto lo llevará a su muerte. Por eso Jesús es tan radical al referirse a los discípulos que lo querían acompañar. Seguir a Jesús significaba dejarlo todo, riqueza, familia, tradiciones, etc.; seguridades todas ellas válidas pero no necesarias para el camino del Reino de Dios.
ACTUALIDAD
La idea de percibir nuestra vida y nuestra fe como un camino nos puede ayudar muchísimo a comprender cómo debemos seguir a Jesucristo. Seguirlo significa moverse, no estar solamente sentados queriendo que Dios nos resuelva nuestra vida; seguirlo significa cansarse, porque muchas veces tendremos que perdonar y amar hasta que nos parezca absurdo hacerlo; seguirlo significa “hacerse ligeros”, porque el apego a los objetos externos (dinero, fama, imagen, tradiciones, devociones exageradas, etc.) nos impide escuchar la “novedad” de su palabra y responder a ella; seguirlo significa alcanzarlo un día en la cruz, aceptando el sufrimiento que la coherencia de vida y la obediencia al Padre nos pueda traer.
Al escuchar estas condiciones pudiéramos pensar, “¿para qué seguir un camino como éste? Encuentro otros caminos más fáciles y más placenteros.” La verdad es que sí, ser cristiano puede no ser el camino más fácil, ni el más placentero para los sentidos, sin embargo, seguir a Cristo es el único camino para llegar a nuestra 
felicidad plena, a nuestra realización completa como seres humanos y al final de los tiempos, el único camino para llegar a la Vida Eterna.
PROPÓSITO
¿Cómo quieres seguir a Cristo esta semana? Pensemos en reparar las injusticias que hemos cometido, en perdonar a mi ser más querido que no he podido perdonar, en aceptar a esa persona que no puedo aceptar, en entregar al Señor ese vicio que no he podido dejar. Seguir a Cristo tiene su precio, pero el Reino de Dios que con esto se hace presente lo recompensa todo.
Héctor M. Pérez V., Pbro

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