martes, 8 de julio de 2014

Evangelio según San Mateo 13, 1-23 "Parábola del Sembrador"

15º Domingo "Parábola del Sembrador"
de Tiempo Ordinario - Ciclo A
13/07/14
Mt 13, 1-23
Aquel día salió Jesús de casa y se sentó junto al lago. Se reunió junto a él una gran 
multitud, así que él subió a una barca y se sentó, mientras la multitud estaba de pie en 
la orilla. Les explicó muchas cosas con parábolas: Salió un sembrador a sembrar. Al 
sembrar unas semillas cayeron junto al camino, vinieron las aves y se las comieron. 
Otras cayeron en terreno pedregoso con poca tierra. Al faltarles profundidad 
brotaron enseguida; pero, al salir el sol se marchitaron, y como no tenían raíces se 
secaron. Otras cayeron entre cardos: crecieron los cardos y las ahogaron. Otras 
cayeron en tierra fértil y dieron fruto: unas cien, otras sesenta, otras treinta.
Quien tenga oídos que escuche.
Se le acercaron los discípulos y le preguntaron: ¿Por qué les hablas contando
parábolas? 
Él les respondió: Porque a vosotros se os concede conocer los secretos  del reinado de 
Dios, pero a ellos no se les concede. Al que tiene le darán y le sobrará; al que no tiene 
le quitarán aun lo que tiene.  Por eso les hablo contando parábolas: porque miran y no 
ven, escuchan y no oyen ni comprenden. Se cumple en ellos aquella profecía de Isaías:
Por más que escuchéis, no comprenderéis, por más que miréis, no veréis.
Se ha embotado la mente de este pueblo; se han vuelto duros de oído, se
han tapado los ojos. Que sus ojos no vean ni sus oídos oigan, ni su mente
entienda, ni se conviertan para que yo los sane.
Dichosos en cambio vuestros ojos que ven y vuestros oídos que oyen.
Os aseguro que muchos profetas y justos ansiaron ver lo que vosotros veis, y no lo 
vieron, y oír lo que vosotros oís, y no lo oyeron. Vosotros escuchad, pues, la explicación 
de la parábola del sembrador. Si uno escucha la palabra del reino y no la entiende, viene
el Maligno y le arrebata lo sembrado en su corazón; ése es como lo sembrado junto al 
camino. Lo sembrado en terreno pedregoso es el que escucha la palabra y la acoge 
enseguida con gozo; pero no tiene raíz y es inconstante. Llega la tribulación o 
persecución por causa de la palabra e inmediatamente falla. Lo sembrado entre cardos 
es el que escucha la palabra; pero las preocupaciones mundanas y la seducción de la 
riqueza la ahogan y no da fruto. Lo sembrado en tierra fértil es el que escucha la
palabra y la entiende. Ése da fruto: cien o sesenta o treinta.  
        Palabra del Señor  
Reflexión 
"SEMBRAR" 
Al terminar el relato de la parábola del sembrador, Jesús hace esta llamada: El que tenga oídos para oír, que oiga”. Se nos pide que prestemos mucha atención a la parábola. Pero, ¿en qué hemos de reflexionar? ¿En el sembrador? ¿En la semilla? ¿En los diferentes terrenos?
Tradicionalmente, los cristianos nos hemos fijado casi exclusivamente en los terrenos en que cae la semilla, para revisar cuál es nuestra actitud al escuchar el Evangelio. Sin embargo es importante prestar atención al sembrador y a su modo de sembrar.
Es lo primero que dice el relato: “Salió el sembrador a sembrar”. Lo hace con una confianza sorprendente. Siembra de manera abundante. La semilla cae y cae por todas partes, incluso donde parece difícil que la semilla pueda germinar. Así lo hacían los campesinos de Galilea, que sembraban incluso al borde de los caminos y en terrenos pedregosos.
A la gente no le es difícil identificar al sembrador. Así siembra Jesús su mensaje. Lo ven salir todas las mañanas a anunciar la Buena Noticia de Dios. Siembra su Palabra entre la gente sencilla que lo acoge, y también entre los escribas y fariseos que lo rechazan. Nunca se desalienta. Su siembra no será estéril. 
Desbordados por una fuerte crisis religiosa, podemos pensar que el Evangelio ha perdido su fuerza original y que el mensaje de Jesús ya no tiene garra para atraer la atención del hombre o la mujer de hoy. Ciertamente, no es el momento de “cosechar” éxitos llamativos, sino de aprender a sembrar sin desalentarnos, con más humildad y verdad.
No es el Evangelio el que ha perdido fuerza humanizadora, somos nosotros los que lo estamos anunciando con una fe débil y vacilante. No es Jesús el que ha perdido poder de atracción. Somos nosotros los que lo desvirtuamos con nuestras incoherencias y contradicciones.
El Papa Francisco dice que, cuando un cristiano no vive una adhesión fuerte a Jesús, “pronto pierde el entusiasmo y deja de estar seguro de lo que transmite, le falta fuerza y pasión. Y una persona que no está convencida, entusiasmada, segura, enamorada, no convence a nadie”.
Evangelizar no es propagar una doctrina, sino hacer presente en medio de la sociedad y en el corazón de las personas la fuerza humanizadora y salvadora de Jesús. Y esto no se puede hacer de cualquier manera. Lo más decisivo no es el número de predicadores, catequistas y enseñantes de religión, sino la calidad evangélica que podamos irradiar los cristianos. ¿Qué contagiamos? ¿Indiferencia o fe convencida? ¿Mediocridad o pasión por una vida más humana?    
Fuente. José A. Pagola

   

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