miércoles, 25 de julio de 2018

Bioética: EUTANASIA Y CLARIDAD

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EUTANASIA Y CLARIDAD
Ante las cuestiones relativas a la vida y a la muerte, a las motivaciones reales de las decisiones se suelen mezclar juicios y prejuicios fuertemente arraigados en los hábitos personales y sociales.
No falta quien ha aprovechado la legalización de la eutanasia para arremeter contra las “horribles religiones monoteístas” e invocar, aun poéticamente, el retorno al paganismo helénico como modelo de humanidad y libertad. Al fin da la cara una de las razones de tanta sinrazón.
Por parte de algunos, se propugna el retorno a un paganismo precristiano. La pena es que se olviden unos cuantos ingredientes del paganismo helénico: el infanticidio, la esclavitud y el desprecio a los enfermos incurables, que ya predicaba Platón. Además, no se olvide que Aristóteles justificaba la esclavitud y que el mundo griego inventó el “ostracismo”. 
Y, lo peor de todo, se ignora o se olvida que en el fondo de tal pretendida oferta griega y romana se encuentra la imposibilidad metafísica de la libertad. En una cosmovisión cíclica, como aquella, el ser humano se consideraba sólo como un juguete en las manos inmisericordes del Destino y de las Parcas. Así se puede ver en las impresionantes tragedias griegas y aun en poemas tan bellos como la égloga IV de Virgilio.
El mundo moderno ha luchado ciertamente por el triunfo de la libertad, pero no es la libertad individual la que puede determinar la valía de valores éticos como el de la vida. Si el paganismo griego no podía descubrir la libertad, nuestra cultura no debería confundirla con la inhumanidad.
Esa es una de las razones de la promoción de la eutanasia. Hay otra razón que ha sido expuesta, poniendo sencillamente las cifras sobre la mesa. Al igual que ha ocurrido con las empresas que se han enriquecido por medio de la promoción del aborto, se observa ya la actividad financiera de las empresas que han promovido y facilitado la muerte, pedida por el paciente afiliado a la “mutua” o bien por sus familiares.
Evidentemente en estas consideraciones no se pretende juzgar las intenciones personales. Un viejo adagio decía que “del interior nadie puede juzgar, sino solamente Dios”. Pero no podemos caer en la ingenuidad de creer que toda la promoción de la “muerte por compasión” obedece solamente al requerimiento de una virtud tan humana y tan cristiana con esa.
Ante cuestiones de tanta importancia tanto para las personas como para la comprensión de la sociedad y de la convivencia, es preciso vivir en la claridad. Ya el profeta Isaías se lamentaba ante las decisiones de los que al mal llaman bien y al bien llaman mal (Is 5,20). Se ve que, aunque haya cambiado de traje, la tentación viene de lejos, en el tiempo y en el espacio.
José-Román Flecha Andrés
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