jueves, 11 de junio de 2015

Evangelio según San Marcos 4, 26-34 - "Parábola de la vitalidad de la semilla y el grano de mostaza"

11º Domingo "Parábola de la vitalidad de la semilla y el grano de mostaza"
de Tiempo Ordinario - Ciclo B
14/06/15
Mc 4, 26-34

Jesús decía a sus discípulos: "El Reino de Dios es como un hombre que echa la semilla en la tierra: sea que duerma o se levante, de noche y de día, la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. 
La tierra por sí misma produce primero un tallo, luego una espiga, y al fin grano abundante en la espiga. 
Cuando el fruto está a punto, él aplica en seguida la hoz, porque ha llegado el tiempo de la cosecha". 
También decía: "¿Con qué podríamos comparar el Reino de Dios? ¿Qué parábola nos servirá para representarlo? 
Se parece a un grano de mostaza. Cuando se la siembra, es la más pequeña de todas las semillas de la tierra, pero, una vez sembrada, crece y llega a ser la más grande de todas las hortalizas, y extiende tanto sus ramas que los pájaros del cielo se cobijan a su sombra". 
Y con muchas parábolas como estas les anunciaba la Palabra, en la medida en que ellos podían comprender. 
No les hablaba sino en parábolas, pero a sus propios discípulos, en privado, les explicaba todo. 
Palabra del Señor 
Reflexión
La lectura de este Domingo es del Evangelio según San Marcos. En ella Jesús presenta dos parábolas; la semilla que crece por sí sola, y la parábola del grano de mostaza. En ambas Jesús rescata imágenes comunes al pueblo, referidas en este caso a la agricultura.

La primera parábola referida al Reino de Dios, que expresa el dinamismo de la siembra. La semilla depositada en la tierra, posee vigor para crecer a pesar de las hostilidades del lugar, tiene fuerza por sí misma, y su progreso no depende del hombre que la sembró. Sino que el hombre es un simple colaborador del dueño de la tierra, que espera poder ver los frutos que esta pueda llegar a dar. Año tras año, el campesino repite su gesto y lanza su semilla. Es decir confía, a pesar de sus temores y desesperanzas. Aunque en este texto no lo dice explícitamente, los frutos dependerán de la fertilidad y preparación de la tierra.
Esta parábola nos hace pensar en el Reino de Dios, su fuerza y radicalidad no depende de nosotros los hombres, sino de Dios, que Él mismo es la Palabra. Crece lentamente, pero su crecimiento nadie lo puede detener ni impedir. Primero el tallo, luego la espiga, después el trigo abundante. El hombre sabe que debe hacer todo lo posible para que la semilla crezca y de fruto, pero el resultado final depende de Dios. Dios mismo es el principal trabajador en el Reino.
La siembra es el inicio, y la cosecha es el final, para poder conocer y aprovechar los frutos. Esta cosecha que en la Palabra aparece la imagen de la hoz, es el final de los tiempos donde quedará instaurado el Reino de Dios.

La segunda parábola, posiblemente más conocida que la anterior, utiliza tambien imágenes propias de la agricultura, y de la siembra. En este caso se trata de una semilla especifica; el grano de mostaza.
El grano de mostaza es considerada una de las semillas más pequeñas del mundo. A pesar de su pequeñez, esta llena de vigor y de vida. Y una vez en tierra es capaz de crecer, y llegar a ser uno de los vegetales más grande y alto del huerto. La fuerza de la semilla de mostaza no es proporcional a su tamaño, sino que esta dotada de una fuerza interior que le hace crecer de tal manera, hasta llegar a dar cobijo con sus ramas a los pájaros.
El Reino se parece a un grano de mostaza, por lo tanto la humildad y pequeñez son sus grandes pilares; y las virtudes para poder llegar a él. No es un Reino al estilo mundano, donde la opulencia, las riquezas y la ambición son sus principales características, sino que el Reino de Dios, es un Reino modesto, pensado para los hombres y mujeres de corazón humilde. La pequeñez del grano de mostaza la observamos en la vida de los Santos, en la humildad de la Santísima Virgen María “el Señor miro con bondad mi pequeñez”. Para entrar al Reino de los cielos es necesario hacerse pequeños. Ser pequeños en la tierra como un grano de mostaza, para llegar a ser grandes como un árbol frondoso, en el Reino de los cielos.

Reconstruimos el texto:
Según la primer parábola ¿a qué se parece el Reino de los Cielos?
¿Qué ocurre con la semilla una vez puesta en tierra? ¿Depende del hombre su crecimiento?
¿Qué ocurre cuando el grano esta a punto?
¿Con qué compara Jesús al Reino de los Cielos en la segunda parábola?
¿Qué tamaño tiene esta semilla?
¿Qué ocurre una vez sembrada?
¿Por medio de qué enseñaba Jesús a sus discípulos? 

¿Qué me o nos dice Dios en el texto?
Hagámonos unas preguntas para profundizar más en esta Palabra de Salvación:
¿Entiendo que como discípulo del Señor soy un sembrador?
¿Cuál es la semilla que llevo en mano para poner en tierra? ¿Siembro la semilla de la Buena Noticia, o la voy acumulando en mi granero, sea cual sea?
¿Preparo la tierra antes de sembrar? (es decir, ayudo a las personas a entender el Evangelio)
¿Entiendo que la semilla no es mía, sino del Señor, y que por lo tanto soy un colaborador?
¿Entiendo que los frutos tal vez no los llegue a ver, pero que sí el Señor en algún momento los recogerá?
¿Tengo esperanza en los frutos que puedan llegar a producir mis semillas? ¿O rápidamente pierdo las esperanzas?
¿Cómo me interpela a mí la parábola del grano de mostaza? ¿Me cuesta hacerme pequeño, y humilde? ¿Por donde empezar?
¿Comprendo que mi pequeñez se transformará en grandeza en el Cielo? ¿Cómo me impulsa esto a vivir mi vida de Fe? ¿Me anima?

¿A qué me o nos comprometemos con Dios?
Debe haber un cambio notable en mi vida. 
Si estoy solo: Hoy el Señor me invita a ser un sembrador, y a llevar la semilla de la Palabra a todos lados, especialmente donde más hace falta. Es por eso que pienso en personas concretas en las cuales llevarles la semilla de la Palabra, a través de una cita de este evangelio u otro, junto a una breve oración.

En el grupo, nos comprometemos a ser una Iglesia que siembra Fe y Esperanza en todos los ambientes cotidianos. Nos comprometemos a visitar un asilo de ancianos, o una casa de huérfanos, o el hospital u otro lugar que consideren, a personas que vean que necesitan de su aliento de esperanza, que necesitan escuchar que Jesús está con ellos.
Adaptado de la Fuente: http://www.fundacionpane.org/

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