martes, 6 de octubre de 2015

Evangelio según San Marcos 10,17-30 - "El joven rico" -

28º Domingo
de Tiempo Ordinario - Ciclo B
"El joven rico"
11/10/15
Mc 10,17-30

Jesús se puso en camino, un hombre corrió hacia él y, arrodillándose, le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la Vida eterna?».
Jesús le dijo: «¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno.

Tú conoces los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no perjudicarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre».

El hombre le respondió: «Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud».
Jesús lo miró con amor y le dijo: «Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme».
El, al oír estas palabras, se entristeció y se fue apenado, porque poseía muchos bienes.
Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: «¡Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios!».
Los discípulos se sorprendieron por estas palabras, pero Jesús continuó diciendo: «Hijos míos, ¡Qué difícil es entrar en el Reino de Dios!.
Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios».
Los discípulos se asombraron aún más y se preguntaban unos a otros: «Entonces, ¿quién podrá salvarse?».
Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: «Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para él todo es posible».
Pedro le dijo: «Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido».
Jesús respondió: «Les aseguro que el que haya dejado casa, hermanos y hermanas, madre y padre, hijos o campos por mí y por la Buena Noticia,
desde ahora, en este mundo, recibirá el ciento por uno en casas, hermanos y hermanas, madres, hijos, campos, en medio de las persecuciones; y en el mundo futuro recibirá la Vida eterna.

Palabra del Señor      
Reflexión
La sabiduría y el tesoro
“Supliqué y se me concedió la prudencia, invoqué y vino a mí un espíritu de sabiduría. La preferí a cetros y a tronos, y en su comparación tuve en nada la riqueza”. Así comienza el texto del libro de la Sabiduría que se lee en la misa de este domingo (Sab 7, 7.11). En los versículos siguientes se dice que la sabiduría es más preciosa que el oro y la plata.
Evidentemente, esa sabiduría, comparable a las piedras más preciosas, no puede confundirse con la mera erudición. No basta con saber muchas cosas para ser feliz. Para este autor bíblico la verdadera sabiduría, la que nos da la felicidad, es el conocimiento de Dios. Es la aceptación de su voluntad.
En realidad no es cuestión de “saberes” sino de “sabores”. Se nos invita a gustar a Dios, su Ley y su proyecto sobre el mundo y sobre el hombre. Es realmente sabio quien conoce el camino de la bondad. Quien es consciente de que no basta con conocer la misericordia. Es preciso practicarla cada día.

UNA MIRADA CARIÑOSA
El evangelio que hoy se proclama nos presenta a “uno” que se acerca a Jesús y le pregunta: “Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?” (Mc 10, 17-30). Jesús ha dicho que el agua que él nos da salta hasta la vida eterna. Y que el pan que él nos entrega nos da la vida eterna. Lo eterno es su horizonte y su promesa.
Tal vez este hombre conocía ya este lenguaje de Jesús. Como nos dice el texto, contaba ya con dos elementos para llevar una buena vida: riquezas y un comportamiento recto. Sin embargo, aspiraba a una vida que durara más allá de los límites de la muerte. Deseaba conocer el camino que conduce a esa patria. Y consideraba a Jesús como el Maestro adecuado.
Pues bien, en la respuesta de Jesús aparece también la sabiduría: “Ya sabes los mandamientos”. Y en efecto, su interlocutor no sólo los sabía sino que, al parecer, los había cumplido desde pequeño. De acuerdo con las convicciones de su pueblo, estaba ya en el camino verdadero.

LO QUE FALTA
Jesús sabe que es necesario cumplir los mandamientos para ser feliz. Pero a la mirada cariñosa de Jesús sigue una preciosa orientación: “Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes, da el dinero a los pobres –así tendrás un tesoro en el cielo- , y luego sígueme”.
  • “Vende todo lo que tienes”. El ser no puede reducirse al tener. El camino a la vida sin término no puede estar pavimentado por las cosas que terminan. Así que el rico ha de dejar de poner su confianza en los bienes que posee.
  • “Da el dinero a los pobres”. Dios es el dueño de todo lo que existe. Hay que defender el derecho humano a la propiedad. Pero sabiendo que los dones de Dios nos han sido entregados para que los distribuyamos con equidad entre los hijos de Dios.
  • “Sígueme”. Con esa palabra llamó Jesús a sus primeros discípulos. Pero ya se ve que el discipulado permanece abierto. Seguir a Jesús no es un peso obligatorio. Es una llamada y un honor para todos los dispuestos a escucharla
– Señor Jesús, tú sabes que ponemos nuestra confianza en las riquezas. Ayúdanos a compartir nuestros bienes con los pobres y marginados y a seguirte por el camino.
José-Román Flecha Andrés

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