lunes, 11 de enero de 2016

Evangelio según San Juan 2, 1-11 - "Las Bodas de Caná" -

2º  Domingo
de Tiempo Ordinario - Ciclo C
"Las Bodas de Caná"
17/01/16
Jn 2, 1-11
Se celebraron unas bodas en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. 
Jesús también fue invitado con sus discípulos. 
Y como faltaba vino, la madre de Jesús le dijo: "No tienen vino". 
Jesús le respondió: "Mujer, ¿qué tenemos que ver nosotros? Mi hora no ha llegado todavía". 
Pero su madre dijo a los sirvientes: "Hagan todo lo que él les diga". 
Había allí seis tinajas de piedra destinadas a los ritos de purificación de los judíos, que contenían unos cien litros cada una. 
Jesús dijo a los sirvientes: "Llenen de agua estas tinajas". Y las llenaron hasta el borde. 
"Saquen ahora, agregó Jesús, y lleven al encargado del banquete". Así lo hicieron. 
El encargado probó el agua cambiada en vino y como ignoraba su o rigen, aunque lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua, llamó al esposo y les dijo: "Siempre se sirve primero el buen vino y cuando todos han bebido bien, se trae el de inferior calidad. Tú, en cambio, has guardado el buen vino hasta este momento". 
Este fue el primero de los signos de Jesús, y lo hizo en Caná de Galilea. Así manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en él. 
                                                                        Palabra del Señor
Reflexión
AGUA Y VINO
“Como un joven se casa con su novia, así te desposa el que te construyó: la alegría que encuentra el marido con su esposa, la encontrará tu Dios contigo”. Esas palabras cierran la primera lectura de la misa de este domingo segundo del Tiempo Ordinario. Están tomadas del libro de Isaías (Is 62,5).
Con ese oráculo se manifiesta el amor que Dios profesa a su pueblo. Si alguna vez parecía haber sido abandonado por Dios hasta llegar a ser devastado por sus enemigos, un día será reconocido como el pueblo elegido y amado por Dios.
Lo más sorprendente del texto es que el oráculo utilice imágenes y palabras tan estrechamente ligadas al compromiso matrimonial. Así dice el Señor a su pueblo: “El Señor te prefiere a ti y tu tierra tendrá marido”. La elección y la providencia de Dios aseguran la presencia de la vida y un futuro de prosperidad.

LA FIESTA DE LA VIDA
La liturgia de hoy nos traslada a Caná de Galilea. Allí se celebra la fiesta de una boda. Y a la fiesta han sido invitados María, Jesús y los discípuos que ha ido eligiendo (Jn 2, 1-12). Conocemos bien este relato y muchas veces lo hemos incorporado a nuestra oración.
• En primer lugar nos indica que Jesús no rehúye las fiestas de la humanidad. Participa en ellas con sinceridad y con serenidad. En este caso comparte la fiesta del amor y de la vida. Dos grandes valores humanos que quedan santificados por su presencia.
• Además, vemos la atención que María presta a las necesidades de las personas. Es ella la primera en percibir la dificultad en la que pueden encontrarse los nuevos esposos. Con razón la proclamamos como Reina y Madre de Misericordia.
• Y con alegría descubrimos que Jesús hace posible que el agua de nuestras fatigas se convierta en vino excelente para animar la fiesta de la familia.

LOS SIGNOS Y LA FE
El evangelista concluye este relato con una anotación que nos introduce de lleno en la identidad y en la misión de Jesús: “Así, en Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos, manifestó su gloria y creció la fe de sus discípulos en él”.
• Los signos habrían de ir marcando su camino. Un itinerario de compasión. La ayuda prestada a los esposos, la curación de un ciego, el reparto de los panes y la resurrección de Lázaro presentaban a Jesús como el rostro de la misericordia de Dios.
• La gloria de Jesús era la gloria misma del Padre. No buscaba su propio interés. Pretendía seguir la voluntad del Padre y hacerla visible a sus discípulos. No puede ser diferente la intención de los que siguen su camino.
• La fe es un don de Dios. Hay que pedirla en la oración. Pero es también una tarea que implica toda la existencia. Crecer en la fe, anunciarla y dar testimonio de ella es una tarea que da sentido a la existencia de los seguidores de Jesús.
- Señor Jesús, nos alegra saber que estás presente en nuestra existencia, tanto en las celebraciones de la vida y del amor como en la hora de la muerte y del duelo. En un momento y en otro queremos hacer lo que tu nos digas, como nos lo indicó tu Madre. 
                                                                                     José-Román Flecha Andrés

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