viernes, 25 de marzo de 2016

Evangelio segun San Juan 20,1-9 - Pascua de la Resurrección del Señor

Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor
Tiempo Pascual - Ciclo C -
27/03/16
Jn. 20,1-9
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Reflexión
"¿DÓNDE BUSCAR AL QUE VIVE?"
La fe en Jesús, resucitado por el Padre, no brotó de manera natural y espontánea en el corazón de los discípulos. Antes de encontrarse con él, lleno de vida, los evangelistas hablan de su desorientación, su búsqueda en torno al sepulcro, sus interrogantes e incertidumbres.
María de Magdala es el mejor prototipo de lo que acontece probablemente en todos. Según el relato de Juan, busca al crucificado en medio de tinieblas, «cuando aún estaba oscuro». Como es natural, lo busca «en el sepulcro». Todavía no sabe que la muerte ha sido vencida. Por eso, el vacío del sepulcro la deja desconcertada. Sin Jesús, se siente perdida.
Los otros evangelistas recogen otra tradición que describe la búsqueda de todo el grupo de mujeres. No pueden olvidar al Maestro que las ha acogido como discípulas: su amor las lleva hasta el sepulcro. No encuentran allí a Jesús, pero escuchan el mensaje que les indica hacia dónde han de orientar su búsqueda: «¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí. Ha resucitado».
La fe en Cristo resucitado no nace tampoco hoy en nosotros de forma espontánea, sólo porque lo hemos escuchado desde niños a catequistas y predicadores. Para abrirnos a la fe en la resurrección de Jesús, hemos de hacer nuestro propio recorrido. Es decisivo no olvidar a Jesús, amarlo con pasión y buscarlo con todas nuestras fuerzas, pero no en el mundo de los muertos. Al que vive hay que buscarlo donde hay vida.
Si queremos encontrarnos con Cristo resucitado, lleno de vida y de fuerza creadora, lo hemos de buscar, no en una religión muerta, reducida al cumplimiento y la observancia externa de leyes y normas, sino allí donde se vive según el Espíritu de Jesús, acogido con fe, con amor y con responsabilidad por sus seguidores.
Lo hemos de buscar, no entre cristianos divididos y enfrentados en luchas estériles, vacías de amor a Jesús y de pasión por el Evangelio, sino allí donde vamos construyendo comunidades que ponen a Cristo en su centro porque, saben que «donde están reunidos dos o tres en su nombre, allí está Él».
Al que vive no lo encontraremos en una fe estancada y rutinaria, gastada por toda clase de tópicos y fórmulas vacías de experiencia, sino buscando una calidad nueva en nuestra relación con él y en nuestra identificación con su proyecto. Un Jesús apagado e inerte, que no enamora ni seduce, que no toca los corazones ni contagia su libertad, es un "Jesús muerto". No es el Cristo vivo, resucitado por el Padre. No es el que vive y hace vivir.
Nos espera un Padre capaz de resucitar lo muerto. Nuestro futuro es una fraternidad feliz y liberada. ¿Por qué no detenerse hoy ante las palabras del Resucitado en el Apocalipsis «He abierto ante ti una puerta que nadie puede cerrar»?
Un día, «enjugará toda lágrima de sus ojos, y no habrá ya muerte, ni habrá más llanto, ni gritos, ni dolor» (Ap. 21,4). Un día, todo eso habrá pasado. 
José Antonio Pagola
EL FUTURO ABIERTO
“Del sepulcro se han llevado a mi Señor
y no acierto a saber donde está puesto”.
Tal fue el grito de alarma en la mañana
que rompía los descansos rituales
y urgía a repensar los proyectos imposibles
en futuros de orfandad y desaliento.
Fue la voz de la sorpresa
que atenaza y agarrota
las fuerzas que nacieron junto al lago
y se fueron forjando entre sueños de poder
y asombros impensables.
El sepulcro está vacío en la mañana
y la muerte languidece,
vencida para siempre por la vida.
Pero hay algo que serpea en el asombro:
el Señor se ha liberado por sí mismo
de las vendas funerales y el sudario inmaculado
empapado en aromas de urgencia y de temblores.
Aún no sabemos los caminos
que ha podido tomar el que es Camino,
pero sabemos que su Vida
ha de ser ya para siempre
un germen de Verdad y de esperanza.
La tumba está vacía
y el futuro queda abierto
a la tarea que aguarda cada día
a todos los que crean y confiesen
la aventura del Señor Resucitado.
José-Román Flecha Andrés

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