lunes, 1 de julio de 2013

Evangelio según San Lucas 10, 1-12; 17-20

14º Domingo
de Tiempo Ordinario - Ciclo C -
07/07/13
Lc 10, 1-12; 17-20
                   
Después de esto, el Señor designó a otros setenta y dos, y los envió de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde él debía ir.
Y les dijo: "La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha.
¡Vayan! Yo los envío como a ovejas en medio de lobos.
No lleven dinero, ni alforja, ni calzado, y no se detengan a saludar a nadie por el camino.
Al entrar en una casa, digan primero: "¡Que descienda la paz sobre esta casa!".
Y si hay allí alguien digno de recibirla, esa paz reposará sobre él; de lo contrario, volverá a ustedes.
Permanezcan en esa misma casa, comiendo y bebiendo de lo que haya, porque el que trabaja merece su salario. No vayan de casa en casa.
En las ciudades donde entren y sean recibidos, coman lo que les sirvan; curen a sus enfermos y digan a la gente: "El Reino de Dios está cerca de ustedes".
Pero en todas las ciudades donde entren y no los reciban, salgan a las plazas y digan:
¡Hasta el polvo de esta ciudad que se ha adherido a nuestros pies, lo sacudimos sobre ustedes! Sepan, sin embargo, que el Reino de Dios está cerca".
Les aseguro que en aquel Día, Sodoma será tratada menos rigurosamente que esa ciudad.
Los setenta y dos volvieron y le dijeron llenos de gozo: "Señor, hasta los demonios se nos someten en tu Nombre". 
El les dijo: "Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo.
Les he dado poder de caminar sobre serpientes y escorpiones y para vencer todas las fuerzas del enemigo; y nada podrá dañarlos.
No se alegren, sin embargo, de que los espíritus se les sometan; alégrense más bien de que sus nombres estén escritos en el cielo".
Palabra del Señor
REFLEXIÓN
EL TEXTO
Salta a la vista del texto que no es a los doce apóstoles a quienes manda Jesús a predicar sino a setenta y dos discípulos, como queriendo representar a todos los que lo seguían. Por lo tanto, no podemos aplicar este texto solamente a los que de manera total dedican su vida al Evangelio; más bien nos habla sobre la vocación de todos los cristianos, todos los bautizados.
¿Cómo se imaginan que iban esos setenta y dos discípulos? Ellos nunca habían anunciado el Evangelio, nunca habían expulsado demonios, ni sanado enfermos! Lo más seguro es que caminaran a su misión curiosos sin estar seguros qué iban a hacer o cómo serían recibidos. Si a esto le agregamos que se les pidió no llevar ni dinero, ni morral (para la comida), ni sandalias; nos damos cuenta que Jesús les pedía una confianza absoluta en su Palabra; Jesús les enviaba no con el poder de las cosas, los conocimientos o los instrumentos que ellos pudieran tener, sino con el poder del Espíritu Santo, con la fuerza de su confianza plena en la persona y el mensaje de Jesús.
ACTUALIDAD
¿Cómo nos imaginamos nosotros a un misionero? Pensamos tal vez en alguien que lo ha dejado todo, casa, familia, dinero, etc. para seguir y anunciar a Jesús en un lugar lejano, tal vez hasta otro país u otro continente. Sin embargo, hoy el Evangelio nos enseña que misioneros somos todos, que todos nosotros, padres de familia, jóvenes, solteros, empresarios, trabajadores, obreros, amas de casa, deportistas, lo que cada quien sea, también estamos llamados a llevar la paz y la Buena Nueva de Nuestro Señor Jesucristo. 
Lo primero que nos preguntamos es ¿qué vamos a anunciar? ¿Conocemos a Jesucristo, su mensaje, su persona¿ ¿Lo hemos experimentado en nuestra vida? ¿Cuál será nuestra experiencia a compartir, la de una religión por obligación que se vive para no condenarnos? ¿O seremos capaces de dar testimonio del Dios que nos trae la PAZ, del Padre que nos ama incondicionalmente y nos alimenta como una madre alimenta a su hijo recién nacido? 
Lo segundo que debemos de tomar en cuenta es ¿cómo camino por la vida para realizar esta misión? ¿En quién confío el éxito de mi vocación? Por poner un ejemplo, volteemos a ver a los padres de familia. ¿En qué basan el éxito de la educación de sus hijos o de la relación con su pareja? En cosas externas o en el trato personal y cálido. ¿Cumplo con mi misión de padre por llevar el dinero a la casa, darles vacaciones, ropa, educación y comida? O será necesario llevar también la Paz, el amor de Cristo, la fe sin la cual nunca seremos felices. Recuerden, no son los bienes materiales los que medirán su éxito sino el amor, el tiempo dedicado, la 
paciencia, el testimonio y el amor de Nuestro Señor Jesucristo lo que hará exitosa su misión.
PROPÓSITO
Una gran tarea nos ha dejado el Señor esta semana. Cada uno de nosotros podrá pensar en cómo se concretiza esta tarea en su vida. Sin embargo, todos podemos escuchar estas palabras de Nuestro Señor y alegrarnos por que al cumplirla no es el mundo lo que estamos ganando, sino la Vida Eterna, es decir, nuestra plenitud total como seres humanos.
Héctor M. Pérez V., Pbro

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