miércoles, 11 de junio de 2014

Evangelio según San Juan 3, 16-18 - "Santísima Trinidad" -

11º Domingo "Santísima Trinidad"
de Tiempo Ordinario - Ciclo A
15/05/14
Jn 3, 16-18
Dijo Jesús: "Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
El que cree en él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios".
Palabra del Señor
Reflexión
CONFIAR EN DIOS
El esfuerzo realizado por los teólogos a lo largo de los siglos para exponer con conceptos humanos el misterio de la Trinidad apenas ayuda hoy a los cristianos a reavivar su confianza en Dios Padre, a reafirmar su adhesión a Jesús, el Hijo encarnado de Dios, y a acoger con fe viva la presencia del Espíritu de Dios en nosotros.

Por eso puede ser bueno hacer un esfuerzo por acercarnos al misterio de Dios con palabras sencillas y corazón humilde siguiendo de cerca el mensaje, los gestos y la vida entera de Jesús: misterio del Hijo de Dios encarnado.
El misterio del Padre es amor entrañable y perdón continuo. Nadie está excluido de su amor, a nadie le niega su perdón. El Padre nos ama y nos busca a cada uno de sus hijos e hijas por caminos que sólo él conoce. Mira a todo ser humano con ternura infinita y profunda compasión. Por eso, Jesús lo invoca siempre con una palabra: “Padre”.
Nuestra primera actitud ante ese Padre ha de ser la confianza. El misterio último de la realidad, que los creyentes llamamos “Dios”, no nos ha de causar nunca miedo o angustia: Dios solo puede amarnos. Él entiende nuestra fe pequeña y vacilante. No hemos de sentirnos tristes por nuestra vida, casi siempre tan mediocre, ni desalentarnos al descubrir que hemos vivido durante años alejados de ese Padre. Podemos abandonarnos a él con sencillez. Nuestra poca fe basta.
También Jesús nos invita a la confianza. Estas son sus palabras: “No viváis con el corazón turbado. Creéis en Dios. Creed también en mí”. Jesús es el vivo retrato del Padre. En sus palabras estamos escuchando lo que nos dice el Padre. En sus gestos y su modo de actuar, entregado totalmente a hacer la vida más humana, se nos descubre cómo nos quiere Dios.
Por eso, en Jesús podemos encontrarnos en cualquier situación con un Dios concreto, amigo y cercano. Él pone paz en nuestra vida. Nos hace pasar del miedo a la confianza, del recelo a la fe sencilla en el misterio último de la vida que es solo Amor.
Acoger el Espíritu que alienta al Padre y a su Hijo Jesús, es acoger dentro de nosotros la presencia invisible, callada, pero real del misterio de Dios. Cuando nos hacemos conscientes de esta presencia continua, comienza a despertarse en nosotros una confianza nueva en Dios.
Nuestra vida es frágil, llena de contradicciones e incertidumbre: creyentes y no creyentes, vivimos rodeados de misterio. Pero la presencia, también misteriosa del Espíritu en nosotros, aunque débil, es suficiente para sostener nuestra confianza en el Misterio último de la vida que es solo Amor."
¿Quienes son estos tres personajes? Leyendo las distintas interpretaciones parece claro que todos tienen en común el mensaje principal: El del amor de Dios hacia nosotros, manifestado en Cristo Jesús, el Salvador que ocupa el centro, vestido de rojo y azul, la divinidad y la humanidad, debajo de la encina de Mambré, significando el árbol de la vida.
El Angel central, Cristo, está completamente vuelto hacia el Angel de su derecha (El Padre) envuelto en oro, que es la luz sin ocaso, la fidelidad de Dios, porque en el principio existia el Verbo y el Verbo estaba junto a Dios (Jn 1,1) vuelto hacia Dios.
El Angel de la Izquierda es el que está más inclinado hacia la tierra, está envuelto de azul y revestido de un verde dorado. Es el Espíritu de Dios que aleteaba sobre las aguas en el momento de la creación. Es el huésped interior que HACE REAL AL HOMBRE; DERRAMANDO EN SU CORAZÓN EL AMOR DEL PADRE, que hace al hombre un ser a imagen de Dios Amor (Rm 5,5).
Detrás del Angel, del Espíritu Santo está representada una roca. La montaña es, en efecto, el lugar de la revelación de Dios. El Espíritu Santo es el comunicador de Dios. El Espíritu Santo está siempre tendido hacia el otro, en funci6n del otro.
LA MESA, un trono en el que están sentados que es, al mismo tiempo un trono es la mesa eucararística, el altar del Sacrificio. El cáliz que contiene la cabeza del cordero, es el caliz de la Pascua Judía.
En el lugar del cordero inmolado de Israel, viene Cristo, cordero y Pascua.

No hay comentarios:

Publicar un comentario