jueves, 30 de octubre de 2014

Evangelio según San Juan 11, 17-27 "Conmemoración de todos los fieles difuntos"

31º Domingo "Conmemoración de todos los fieles difuntos"
de Tiempo Ordinario - Ciclo A
2/11/14
Jn 11, 17-27

Cuando Jesús llegó, se encontró con que Lázaro estaba sepultado desde hacía cuatro Días.
Betania distaba de Jerusalén sólo unos tres kilómetros.
Muchos judíos habían ido a consolar a Marta y a María, por la muerte de su hermano.
Al enterarse de que Jesús llegaba, Marta salió a su encuentro, mientras María permanecía en la casa.
Marta dio a Jesús: "Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.
Pero yo sé que aun ahora, Dios te concederá todo lo que le pidas".
Jesús le dijo: "Tu hermano resucitará".
Marta le respondió: "Sé que resucitará en la resurrección del último día".
Jesús le dijo: "Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá:
y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?".
Ella le respondió: "Sí, Señor, creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo".
Palabra del Señor    
Reflexión
Con esta celebración, la Iglesia, nos invita a recordar a nuestros muertos. El evangelio nos habla de la resurrección de Lázaro, y nos llama atener fe, la fe de Marta y María.
Jesús va a Betania, cerca de Jerusalén. Y Jesús VA A LA MUERTE... Sabe que, después de lo que pensaba hacer: RESUCITAR A LÁZARO, las autoridades decretarían su muerte. 
Pero el amor puede más que el dolor y la muerte. Él prefiere su muerte a la de Lázaro. 
Jesús con este séptimo milagro proclama su Resurrección y la de todos: “Yo soy la Resurrección y la Vida; quien crea en Mí, vivirá”...
Este relato es la cumbre de la obra de Jesús: LA RESURRECCIÓN. Toda la doctrina evangélica: HECHOS Y DICHOS DE JESÚS sólo tienen este fin: LA RESURRECCIÓN.
Por consiguiente, la actitud del cristiano ante la muerte no puede ser de miedo, desencanto, desesperanza. ¿para qué ha venido Jesús, ha vivido y muerto, sino para darnos la VIDA ETERNA? Recordemos constantemente aquello de “Ni ojo vió, ni oído oyó lo que Dios tiene reservado a aquellos que le aman”.
Pero hay que creer y creerlo. Recordad lo que le dijo Jesús a Marta: “¿Crees esto? Yo soy la resurrección y la vida”. Esta es la cuestión indeclinable: CREER, CREER, CREER en ÉL.
Toda nuestra vida: el ser y el hacer no deben tener otro objetivo, ni otro sentido. Toda nuestra religiosidad, actos piadosos, nuestro trabajo, nuestro proyectos, deben ser entendidos y vividos desde este prisma.
Cierto es que Jesús lloró ante la tumba de Lázaro, y decían los que le rodeaban: “Mirad cómo le amaba”. El sintió, como nosotros, la separación temporal de su amigo; pero no se queda ahí: TRANSCIENDE. Así también nosotros: tenemos un corazón de carne, con sentimientos, cariño, amor; pero eso no debe eclipsar el fin GOZOSO Y PLENO DEL HOMBRE: la FELICIDAD ETERNA: LA POSESIÓN DE DIOS PARA SIEMPRE, LA COMPAÑÍA SIN TÉRMINO DE NUESTROS SERES QUERIDOS.

Se olvida el mensaje final de Jesucristo, no se tiene en cuenta que la llamada a la vida, es una llamada a la Vida Eterna. Por eso, recordar anuestros difuntos, celebrar la vida eterna, es reconocer que Jesús vivió, murió y resucitó para salvarnos. 
Meditemos:
 ¿Qué es la vida eterna para mí?   ¿Creo que resucitaré de entre los muertos?
Texto modificado: Manuel Jiménez de los Galanes

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