La liturgia nos presenta a Jesús como el Buen Pastor. ¡Cuánta fuerza tiene esta imagen en el aquel que ama y se siente amado por Dios! Nos muestra el cariño que el pastor siente por sus ovejas y la necesidad que la oveja tiene de su pastor. De esta especial relación de Jesús con nosotros, nos habla el Evangelio de hoy (Jn 10, 27-30). La Iglesia ha fijado, en este Domingo del Buen Pastor, la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, al ver en esta figura, tan querida de la Iglesia primitiva, la expresión del amor universal de Cristo hacia los hombres.Ellos le pertenecen como las ovejas al pastor, los guarda celosamente y es para ellos fuente de vida y de salvación: “Yo les doy (a las ovejas) la vida eterna, y no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mis manos” (Jn 10, 28). Privilegio inmenso, pero que exige una condición de parte del hombre: “Mis ovejas oyen mi voz… y me siguen” (ib 27). Oye la voz de Jesús quien acepta el Evangelio y descubre su verdadero significado, quien escucha la voz de la Iglesia -del Papa, de los obispos, de los superiores- y obedece, quien atiende a la voz de la conciencia y de las aspiraciones interiores; cuando el hombre escucha todas estas voces y las traduce en su vida, sigue verdaderamente y fielmente al Señor.
Pero el pertenecer a la grey de Cristo no es un privilegio reservado a unos pocos, sino un don ofrecido sin distinción a todos los hombres que quieran aceptarlo. Aunque en los designios de Dios las primicias del Evangelio fueron reservadas al pueblo hebreo, en medio del cual Jesús ejercitó su ministerio, después de la resurrección mandó a los apóstoles que lo predicasen “a todas las naciones” (Lc 24, 47). La oposición de Israel fue la ocasión para que los apóstoles dirigiesen su cuidado a los paganos. “Teníamos que anunciaros primero a vosotros la palabra de Dios -decían Pablo y Bernabé a los judíos-; pero como la rechazáis y nos os consideráis dignos de la vida eterna, sabed que nos dedicamos a los gentiles” (Hc 13, 46, primera lectura)
El Buen Pastor que ha dado la vida por todos los hombres, no excluye a ninguno de su rebaño; es el hombre quien se excluye a sí mismo cuando rechaza conscientemente el mensaje de Cristo; entonces se juzga por sí mismo “indigno de la vida eterna”. Sin embargo, los creyentes deben tender siempre la mano a los hombres incrédulos, reacios o fugitivos, y facilitarles de todos modos su entrada o su vuelta al único redil. Este no debe ser considerado como un lugar cerrado destinado únicamente a recoger y a guardar a los creyentes, sino como un espacio abierto a todos los que desean entrar en él. Su puerta es ancha e invitadora, como lo es Cristo que ha querido llamarse “la puerta de las ovejas” (Jn 10, 7). Quien acepta pasar por esta puerta será siempre bien recibido y encontrará la salvación: “El que por mí entrare se salvará” (ib. 9). Esta actitud de apertura mantiene en la Iglesia el carácter de universalidad que le imprimió su Fundador y un dinamismo que la hace siempre viva y fecunda....
Que el Señor Jesús que ha dicho: “Yo soy la puerta. El que por mí entrare se salvará” (cfr. Jn 10, 7), nos de la gracia de no contentarnos con sólo leer sus palabras, meditarlas, aprobarlas, admirarlas y predicarlas; sino que nos ayude a ponerlas en práctica, a vivirlas, a convertirlas en vida. Que nos ayude a vivir de la fe, dejando a un lado la razón humana que es locura a los ojos de Dios, y regulando nuestra vida en conformidad con las palabras de la Sabiduría Divina que es locura a los ojos de los hombres. Que cada uno de nosotros pueda “entrar por Jesús”, amándole con todo el corazón. Que “pasemos por él” obedeciéndole. Las ovejas van unidas a su pastor porque lo miran, lo siguen, le obedecen; que nosotros también le sigamos y le amemos; que le miremos con la contemplación de la mas pura fe y del más ferviente amor, y que le sigamos con imitación y exquisita obediencia...
En esta Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones sintámonos responsables por la falta de operarios en la viña del Señor. Recemos más y apoyemos más a cuantos sienten el llamado del Señor.
Pero el pertenecer a la grey de Cristo no es un privilegio reservado a unos pocos, sino un don ofrecido sin distinción a todos los hombres que quieran aceptarlo. Aunque en los designios de Dios las primicias del Evangelio fueron reservadas al pueblo hebreo, en medio del cual Jesús ejercitó su ministerio, después de la resurrección mandó a los apóstoles que lo predicasen “a todas las naciones” (Lc 24, 47). La oposición de Israel fue la ocasión para que los apóstoles dirigiesen su cuidado a los paganos. “Teníamos que anunciaros primero a vosotros la palabra de Dios -decían Pablo y Bernabé a los judíos-; pero como la rechazáis y nos os consideráis dignos de la vida eterna, sabed que nos dedicamos a los gentiles” (Hc 13, 46, primera lectura)
El Buen Pastor que ha dado la vida por todos los hombres, no excluye a ninguno de su rebaño; es el hombre quien se excluye a sí mismo cuando rechaza conscientemente el mensaje de Cristo; entonces se juzga por sí mismo “indigno de la vida eterna”. Sin embargo, los creyentes deben tender siempre la mano a los hombres incrédulos, reacios o fugitivos, y facilitarles de todos modos su entrada o su vuelta al único redil. Este no debe ser considerado como un lugar cerrado destinado únicamente a recoger y a guardar a los creyentes, sino como un espacio abierto a todos los que desean entrar en él. Su puerta es ancha e invitadora, como lo es Cristo que ha querido llamarse “la puerta de las ovejas” (Jn 10, 7). Quien acepta pasar por esta puerta será siempre bien recibido y encontrará la salvación: “El que por mí entrare se salvará” (ib. 9). Esta actitud de apertura mantiene en la Iglesia el carácter de universalidad que le imprimió su Fundador y un dinamismo que la hace siempre viva y fecunda....
Que el Señor Jesús que ha dicho: “Yo soy la puerta. El que por mí entrare se salvará” (cfr. Jn 10, 7), nos de la gracia de no contentarnos con sólo leer sus palabras, meditarlas, aprobarlas, admirarlas y predicarlas; sino que nos ayude a ponerlas en práctica, a vivirlas, a convertirlas en vida. Que nos ayude a vivir de la fe, dejando a un lado la razón humana que es locura a los ojos de Dios, y regulando nuestra vida en conformidad con las palabras de la Sabiduría Divina que es locura a los ojos de los hombres. Que cada uno de nosotros pueda “entrar por Jesús”, amándole con todo el corazón. Que “pasemos por él” obedeciéndole. Las ovejas van unidas a su pastor porque lo miran, lo siguen, le obedecen; que nosotros también le sigamos y le amemos; que le miremos con la contemplación de la mas pura fe y del más ferviente amor, y que le sigamos con imitación y exquisita obediencia...
En esta Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones sintámonos responsables por la falta de operarios en la viña del Señor. Recemos más y apoyemos más a cuantos sienten el llamado del Señor.
Padre José Medina
No hay comentarios:
Publicar un comentario