jueves, 4 de abril de 2013

Videos Reflexión: Evangelio 2º Domingo de Tiempo Pascual - Ciclo C - Fiesta de la Divina Misericordia


Reflexión
El Señor Resucitado hace que no tengamos miedo y que vivamos con alegría nuestro ser cristianos, testigos suyos en medio del mundo. “Recibid el Espíritu Santo”. Recibid el Espíritu para volar, para soñar, para transformar, para colorear la vida y enseñar a mirar con los ojos del Resucitado. Una Iglesia alegre, alentada por el aire del Espíritu, que nos zamarrea, nos lleva de acá para allá, no nos deja estáticos, sino en un dinamismo continuo. Una Iglesia que es familia, de los que comparten la fe en el Resucitado. Una Iglesia que no se queda en los criterios del mundo, de la tierra, sino que es Iglesia que se “eleva” sobre los intereses y las limitaciones humanas. Al mismo tiempo es una Iglesia encarnada y solidaria con los que más sufren, pero llevada por las alas del Espíritu.
                                                                                                           (Blogger: 21 Kamiano)
Hemos de contarnos entre aquellos que sin ver creen. Sin embargo, la pregunta es ¿qué tan cierto es que no hemos visto? Es que como diría El Principito: “Solo se ve bien con el corazón; lo esencial es invisible a los ojos”. ¿Recuerdas? Qué lecciones que nos dio Saint Exupéry cuando fuimos adolescentes. Pues de eso se trata. A Dios lo encuentras en ti. No tienes que buscar mucho. Solo tienes que detenerte, apartarte –como nos enseñó Jesús- y escucharle. El vive en nosotros. Entonces ¿cómo podemos decir que no le conocemos, que no le hemos visto? Es muy distinto que no queramos oírle, que no queramos hacerle caso…Eso es otra cosa. ¿Por qué no queremos verle ni oírle? Porque es muy exigente y no encaja en la cultura hedonista en la que vivimos, procurando el ocio y la satisfacción personal antes que nada. Así, la Voluntad del Padre y la prédica de Jesús se convierte en un estorbo, en una molestia que es preferible erradicar. ¿Yo? ¿Cuándo? Si no lo conozco…Nunca lo he visto. Y como Tomás, creemos encontrar la excusa perfecta. Es muy buena para aquellos que, como nosotros, andan buscando excusas. Con nuestro argumento y su complicidad, logramos –aparentemente- soplar la pluma, lavarnos las manos, como Pilatos. Pero, ¿ahí termina todo? Dichosos los que no han visto y han creído...

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