En su homilía, apeló al espíritu del famoso discurso “Tengo un sueño” que Martin Luther King pronunció en 1963 en el Lincoln Memorial y también en frases del papa Francisco, sobre todo referidos a los tres “amores” del pontífice argentino: pobreza evangélica, a la paz y por la creación.
El prelado recordó que el entonces cardenal Jorge Bergoglio advertía que la Argentina “tiene demasiados pobres y excluidos, los cuente quien los contare … Lo que hay detrás de los números son personas, hombres y mujeres, ancianos, jóvenes y niños. No se trata sólo de un problema económico o estadístico. ‘Es primariamente un problema moral que nos afecta en nuestra dignidad más esencial’… No podemos admitir que se consolide una sociedad dual. Más allá de los esfuerzos que se realizan, debemos reconocer que somos una sociedad injusta e insolidaria que ha permitido, o al menos consentido, que un pueblo otrora con altos índices de equidad sea hoy uno de los más desiguales e injustos de la región”.
“Sueño, y creo que todos los hombres de buena voluntad comparten este sueño, con una patria más equilibrada socialmente, donde quien tiene comparta y no solo acumule y quien no tiene pueda ser aliviado en su necesidad dignamente: pudiendo encontrar un trabajo que le dé bienestar para él y su familia; una educación que lo saque del aislamiento y lo haga capaz de abrirse horizontes justos y liberadores; un acceso a la salud que le permita desarrollarse en igualdad de condiciones; una inclusión social que lo haga protagonista y no solo receptor de ayudas. Es mucho lo que se viene haciendo, pero es mucho todavía lo que falta para crecer en justicia y hermandad”, advirtió.
Tras señalar que Bergoglio lamentaba en su último mensaje de Cuaresma que los argentinos se acostumbren a convivir con “la violencia que mata, que destruye familias, aviva guerras y conflictos”, afirmó que “la paz es un don de Dios, brota de la reconciliación y de la derrota del pecado en todas sus formas conseguida por la muerte y resurrección de Cristo: sólo en El encontramos la verdadera paz”.
“Sueño con que esa paz brote de corazones renovados por el amor de Dios, corazones humildes que sepan perdonar para poder ser perdonados y así podamos recomenzar con la esperanza que el Señor nos regala”, sostuvo delante de las autoridades.
El arzobispo se refirió también, con palabras del Papa, al necesario cuidado de la creación y recordó que obispos de la Patagonia en su declaración sobre la minería a cielo abierto manifestaron la necesidad de un compromiso serio para “garantizar que los pueblos y zonas cercanas a los emprendimientos mineros puedan mantener: su forma de vida, sus trabajos, sus costumbres productivas, su agua, sus cerros, sus bosques•” y reclamaron “voluntad política” para un “efectivo control social sobre tales emprendimientos”.
“Por esto sueño con una nación donde se multipliquen las fuentes de trabajo aquí y en el interior de nuestra Patria, pero nunca el afán de ganancias debe ir en desmedro de lo que Dios nos dio en esta maravillosa tierra argentina”, precisó con sus palabras.
Monseñor Radrizzani agradeció, en la persona de la Presidenta, al Estado Nacional que “destinó aportes importantes para hacer realidad el compromiso asumido en su primer decreto por el entonces presidente de la República, el doctor Néstor Kirchner” y consideró que “sin esta asistencia no hubiera sido posible regalarles a los argentinos la renovada belleza de esta casa que nos cobija a todos”.
En otro momento, volvió sobre palabras del papa Francisco dirigidas en una comunicación telefónica desde Roma a los jóvenes que hacían una vigilia de oración en la catedral de Buenos Aires el 19 de marzo a la madrugada: “Les quiero pedir un favor, que caminemos juntos todos. Cuidémonos los unos a los otros. Cuídense entre ustedes. No se hagan daño. Cuídense…cuiden a los niños, cuiden a los viejos. Que no haya odios, que no haya peleas. Dejen de lado la envidia. No le saquen el cuero a nadie. Dialoguen. Que entre ustedes este deseo de cuidarse vaya creciendo en el corazón”.
“Caminemos con esperanza, con fe y vivamos el amor fraterno desde una solidaridad cada vez mayor. No lo hacemos solos o meramente desde nuestra voluntad. El Señor camina con nosotros, está vivo, nos espera, nos busca, nos perdona y nos impulsa a formar una verdadera familia. El papa Francisco el día 8 de mayo pasado, fiesta de la Virgen de Luján, decía en la plaza de San Pedro en Roma: ‘Deseo hacer llegar a todos los hijos de esas queridas tierras argentinas mi sincero afecto, a la vez que pongo en manos de la Santísima Virgen todas sus alegrías y preocupaciones’. Que ella interceda ante su hijo Jesucristo, Señor de la historia, para que nos conceda la alegría de vivir en este querido suelo argentino con justicia, libertad y amor”, pidió.
Por último, monseñor Radrizzani rezó: “Señor, aquí estamos ante ti para ser agradecidos por nuestra Patria, por los que habitan este suelo argentino, por tener en el cura Brochero, próximo beato, un hombre de Dios y de su pueblo, por habernos regalado un papa de nuestra tierra y por los millones de hermanos que creen en vos y luchan por una Argentina mejor. Concédenos seguir caminando hacia este cielo nuevo y tierra nueva donde todos podrán participar en la nueva creación”.
Texto completo del tedeum
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