miércoles, 11 de septiembre de 2013

Evangelio según San Lucas 15,1-32

24º Domingo
de Tiempo Ordinario - Ciclo C -
15/09/13
Lc 15,1-32
Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. 
Los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: "Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos". 
Jesús les dijo entonces esta parábola: 
"Si alguien tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja acaso las noventa y nueve en el campo y va a buscar la que se había perdido, hasta encontrarla? 
Y cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría, y al llegar a su casa llama a sus amigos y vecinos, y les dice: "Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido". 
Les aseguro que, de la misma manera, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse". 
Y les dijo también: "Si una mujer tiene diez dracmas y pierde una, ¿no enciende acaso la lámpara, barre la casa y busca con cuidado hasta encontrarla? 
Y cuando la encuentra, llama a sus amigas y vecinas, y les dice: "Alégrense conmigo, porque encontré la dracma que se me había perdido". 
Les aseguro que, de la misma manera, se alegran los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierte" 
Jesús dijo también: "Un hombre tenía dos hijos. El menor de ellos dijo a su padre: "Padre, dame la parte de herencia que me corresponde". Y el padre les repartió sus bienes. Pocos días después, el hijo menor recogió todo lo que tenía y se fue a un país lejano, donde malgastó sus bienes en una vida licenciosa. 
Ya había gastado todo, cuando sobrevino mucha miseria en aquel país, y comenzó a sufrir privaciones. 
Entonces se puso al servicio de uno de los habitantes de esa región, que lo envió a su campo para cuidar cerdos. El hubiera deseado calmar su hambre con las bellotas que comían los cerdos, pero nadie se las daba. Entonces recapacitó y dijo: "¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, y yo estoy aquí muriéndome de hambre!". 
Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: "Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros". 
Entonces partió y volvió a la casa de su padre. Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente, corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó. 
El joven le dijo: "Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; no merezco ser llamado hijo tuyo". 
Pero el padre dijo a sus servidores: "Traigan enseguida la mejor ropa y vístanlo, pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies. 
Traigan el ternero engordado y mátenlo. Comamos y festejemos,  porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue encontrado". Y comenzó la fiesta. 
El hijo mayor estaba en el campo. Al volver, ya cerca de la casa, oyó la música y los coros que acompañaban la danza. Y llamando a uno de los sirvientes, le preguntó que significaba eso. 
El le respondió: "Tu hermano ha regresado, y tu padre hizo matar el ternero y engordado, porque lo ha recobrado sano y salvo". 
El se enojó y no quiso entrar. Su padre salió para rogarle que entrara, pero él le respondió: "Hace tantos años que te sirvo sin haber desobedecido jamás ni una sola de tus órdenes, y nunca me diste un cabrito para hacer una fiesta con mis amigos. 
¡Y ahora que ese hijo tuyo ha vuelto, después de haber gastado tus bienes con mujeres, haces matar para él el ternero engordado!". 
Pero el padre le dijo: "Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo. Es justo que haya fiesta y alegría, porque tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado".
Palabra del Señor    
Reflexión
La liturgia de hoy nos regala un texto largo, denso y sugerente. Son tres parábolas con las que Jesús responde a las críticas de los que se creían expertos en la ley de Moisés. Jesús acogía a los pecadores, y ello le costó las murmuraciones de fariseos y escribas. No era normal actuar así entre los rabinos o predicadores; los hombres tenidos por ‘justos’ u honorables evitaban juntarse con pecadores. Pero Jesús responde poniendo como ejemplo el mismísimo corazón de Dios. «Yo actúo así», viene a decir, «porque así actúa Dios, porque Dios es amor y es perdón, porque Dios siempre acoge.»
La oveja perdida y la moneda perdida son dos parábolas gemelas, tan parecidas que algún autor afirma que forman una sola parábola. De hecho su estructura es casi idéntica, lo cual es un mecanismo retórico para conducir al lector ... Ni la profesión de pastor ni el hecho de ser mujer resultaban comparaciones agradables para los fariseos y los escribas, a los que van dirigidas las parábolas... Hay otro contraste muy intencional en la parábola: «¿Quién de vosotros, si pierde una oveja, no deja las noventa y nueve…?» ¡Pues nadie! Ningún pastor deja las noventa y nueve en el campo y se va a buscar una, que encima es díscola, despistada, o tonta. En cambio, Dios sí. Dios va en busca del pecador en cualquier circunstancia, forman parte de su ser la bondad, la acogida, el perdón. El pastor, que representa a Dios, encuentra al final a su oveja; esto también es un alivio para el pecador, la parábola no habla de la posibilidad de que se quede perdida. ¡Cómo podría, si es Dios mismo quien la busca!
Por último..., el pastor se carga con la oveja y monta una fiesta con sus amigos y vecinos para celebrarlo... Dios cuida de cada uno, sin hacer números, sin calcular la «importancia» de cada uno. Todos sus hijos merecen una misma fiesta. Todo esto es expresado con la palabra «alegría», que también puede significar «hacer fiesta». La misma parábola tiene su explicación: La alegría de Dios es la conversión del pecador. Pero, ¿no se alegra Dios también por los justos?.
La segunda parábola sigue... el mismo patrón que la anterior con muchos elementos en común. Esta vez es una mujer la que representa a Dios; en concreto la actitud de buscadora detallista y eficaz es la que expresa bien cómo Dios busca a los pecadores. El pastor buscaba a quien se perdió fuera de casa, la mujer busca al perdido dentro de la casa, lo mismo se vera ,... en la parábola del «hijo pródigo», en la que un hijo se pierde en un país lejano, pero el otro nunca se había separado de su padre; aún así, ambos están perdidos, cada uno a su manera.
La fiesta que organiza la mujer con sus amigas y vecinas es igualmente un despropósito, seguro que le costó más dinero que la propia moneda encontrada. Esto es porque el amor y el perdón de Dios se desborda de tal manera, que sólo los derrochadores pueden simbolizarlo bien.
Y de nuevo, en la explicación de la parábola, la alegría es la clave que describe a Dios; alegría por el pecador que se convierte… El mensaje es el siguiente: no existen esos «noventa y nueve justos que no necesitan conversión», todos, de una manera u otra, deben reflexionar sobre su cercanía o lejanía de Dios. Los fariseos y escribas que critican a Jesús y se sienten «justos», deben también meditarlo; a ellos van dirigidas en primer término estas parábolas. Fuente http://www.bibliayvida.com 
... El Buen Pastor, con la oveja perdida o distraida. Él se siente feliz por el reencuentro, como la mujer que encontró la moneda perdida.Desde la libertad, el Buen Pastor nos da la oportunidad de convertir nuestro corazón y nuestra vida para que se pueda producirse la fiesta del “reencuentro”. No siempre vivimos con la misma intensidad y las mismas ganas el encuentro con Jesús, la oración, la entrega a los demás, la fraternidad… Flaquea nuestra paciencia, nuestra alegría, nuestro compromiso…Estamos en tiempos de “reencuentro”, de oportunidad para hacer fiesta en el corazón y en la vida, de “coros de ángeles” que interpretan un nuevo cantar… Serpentina, alegría… Nos encontramos a muchos hermanos y hermanas por el camino. Que todos sean oportunidad para el “re-encuentro” con Jesús.- Fuente http://blogs.21rs.es/kamiano

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